Raúl Molina

He sugerido a medios de prensa, la Usac y la PDH que el 2018 sea declarado y empleado para la lucha frontal para la eliminación de la violencia contra la Mujer. Es el corolario de la Campaña para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que, con fecha 20 de noviembre, lanzaron el Movimiento de Unidad Progresista y Popular (MUPP) y la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG), para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el cual se celebra cada año, el 25 de noviembre. Esa fecha, por ser el cumpleaños de mi madre, siempre la he interpretado para enaltecer a la Mujer, una virtud que caracterizaba a nuestra cultura y que se ha ido desvaneciendo con años de imparable violencia. Las cifras de asesinatos de mujeres son pavorosas y los casos de actos brutales contra mujeres y niñas se suceden cada vez con más frecuencia. Se ha denunciado que de enero a octubre de este año se han producido, en promedio, ochenta y ocho asesinatos por mes; se teme que llegaremos a mil cien al terminar 2017. El feminicidio es peor en Guatemala que en Ciudad Juárez, símbolo mundial de la barbarie contra mujeres y niñas. Felicito la iniciativa del MUPP/RPDG, así como otras iniciativas que se han generado desde el sistema de las Naciones Unidas en Guatemala.

Agobiados por los crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas de seguridad durante el Conflicto Armado Interno, en que mujeres, niñas y niños pasaron a ser blanco de ataque y represión, y abrumados por la impunidad de los responsables de esos crímenes, tales como genocidio, masacres, tortura y desapariciones forzadas, como sociedad civil no hemos sabido reaccionar en los veinte años transcurridos desde la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera para parar la violencia generalizada contra las mujeres y las niñas. Nos duele cada hecho trágico; pero no encontramos cómo actuar, como nos ocurrió con la quema de las jovencitas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Llora sangre el informe recién entregado por la ONU sobre ese hecho y el tratamiento inhumano de cientos de niñas que han quedado bajo la custodia del Estado. En otras partes del mundo, el Presidente de la República habría renunciado por su innegable responsabilidad en la tragedia. Es hora de sumar esfuerzos: desde el Estado, la PDH y la Usac; como entidades internacionales, la ONU y el cuerpo diplomático; como sector académico, todas las demás universidades y centros de estudios; desde el sector religioso, la Iglesia Católica, iglesias evangélicas, sacerdotes mayas y otras iglesias; desde la prensa, todos los medios escritos, televisivos y radiales; mediante las redes sociales, las ONG y el movimiento social; y desde cada familia del país, la unidad y el consenso familiar para iniciar y apoyar las campañas de sensibilización pro derechos de la Mujer. Como dice el Pop Vuh, “que nadie se quede atrás”. Por ello, tiene sentido que a lo largo de 2018 sensibilicemos a todos los sectores de la sociedad, incluida la juventud marginada, y a todas las entidades del Estado, para combatir firmemente la violencia contra la Mujer y la Niña.

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