Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

De todas las cifras espantosas que contiene el informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ninguna tan aterradora como la del 46.5 por ciento de los niños menores de 5años que padecen desnutrición crónica porque está probado que los rezagos en crecimiento que se dan en los primeros años de vida nunca se reponen ni recuperan, por lo que podemos decir que casi la mitad de nuestra población tendrá que llevar una vida entera marcada por esa deficiencia que se convierte, en términos que usa el Papa Francisco, en un pecado social.

Y es que llevamos años hablando de la desnutrición y de tirar pisto en programas como el de Hambre Cero, pero el problema persiste y generaciones enteras estarán marcadas por esa deficiencia que será determinante en sus vidas y que compromete seriamente la capacidad del país de dar un salto hacia el desarrollo. Es cruel decirlo, pero la desnutrición crónica tiene efectos imborrables tanto en el crecimiento físico como mental de la gente y, lo más terrible, esos daños se han probado como irreversibles, lo que significa que como Nación estamos frente a una enorme dificultad para las próximas décadas.

Y lo peor es que no entendemos que urge empezar a hacer algo y a usar bien los recursos disponibles en vez de estarlos malversando como se hace actualmente. Si alguien dijera que los recursos que por incapacidad no se ejecutaron en el presupuesto, y que son millonadas, se destinen a programas de nutrición, nadie podría oponerse, pero en vez de eso se hace fiesta con ellos y se destinan a complacientes bonos que, de paso benefician a los mismos que los aprueban.

En realidad todos los indicadores que menciona el informe del Alto Comisionado son para sentir vergüenza por el abandono existente en el país, pero cuando uno repara en lo que significa el daño para esa mitad de los niños de Guatemala, no sólo en términos de hoy sino para todo su futuro, tenemos que sentir indignación por esa indiferencia que como sociedad hemos mostrado ante la voraz corrupción de los gobiernos que se dedican a robar y abandonan el cumplimiento de sus obligaciones para velar por el bien común y la salud de la población.

Por ello es que yo sostengo que el efecto de la corrupción es mucho más grave de lo que se puede pensar superficialmente. Se trata de un crimen que tiene implicaciones terribles para la vida nacional y que está tan enraizado que no veo por donde vamos a poder salir del atolladero. Las cifras del informe son de sobra conocidas por todos, pero reparamos en ellas sólo cuando nos las colocan de manera tan visible, como para hacernos sentir terriblemente mal, pero en pocos días, si no es que horas, el asunto volverá a quedar en el olvido y seguiremos arrastrando la incapacidad y voracidad de nuestros dirigentes para embolsarse el dinero que tendría que ser dirigido a la inversión social tan necesaria en el país.

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