Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Cuando empiezan a salir a luz pública los índices de competitividad del país por diversas entidades, nacionales, extranjeras o de carácter internacional todo el mundo pone cara de circunstancia, sin embargo, llevamos rato de estar sufriendo en Guatemala la contracción de la actividad económica. ¿O no es cierto que desde el “shuquero” de la esquina, hasta el más encopetado empresario llevan mucho tiempo de padecer baja de ventas, elevación de costos, inestabilidad política y la desesperante angustia de mantener la vida pendiente de un hilo debido a una delincuencia incontenible?

Me desespera ver y oír a la pléyade de autonombrados analistas que salen diciendo que todo esto se debe a que el Congreso tiene congeladas varias leyes, las que si se hubieran emitido antes no estaríamos pasando las penas actuales; a los funcionarios públicos que ni lerdos ni perezosos le echan la culpa a la escasez de recursos; a ciertos empresarios señalando a la persecución desatada en contra de los evasores de impuestos o al combate contra la corrupción y a los también autoproclamados expertos que aseguran que el país ha obtenido bajas calificaciones debido a la falta de certeza jurídica que sigue imperando.

No, no vayan a creer que este comentario lleva como fin primordial el contradecir las teorías anteriormente expuestas, sino busca que cada uno de los guatemaltecos que vive, sufre y padece las consecuencias de una contracción, recesión o baja de operaciones del mercado, encuentre la verdadera razón del porqué del obscuro panorama que hoy nos aflige y el sombrío porvenir que se nos pinta, pues seguir en las mismas condiciones se debe fundamentalmente a que los tres poderes del Estado no hay modo que funcionen eficazmente y que, en vez de ir para adelante seguimos de retroceso.

Además, que la mayoría de dependencias públicas no se han puesto las pilas para mantener las calles y carreteras en buen estado; la seguridad sigue brillando por su ausencia; la atención de los servicios de salud pública continúan deficientes sin cambio alguno; la educación pública todavía anda en pañales en cuanto a lograr una mejor calidad y hasta las condiciones ambientales y ecológicas del país le siguen diciendo a gritos al visitante ¡váyase con sus dólares a otra parte! ¿Y qué decir del sistema judicial? En general la máquina estatal gasta mucho y poco invierte, como que ponerse a trabajar no es llevar cámaras y micrófonos por todas partes para improvisar discursos sin sentido; encaramarse a una aplanadora, ofrecer besitos a los niños o montar shows para lucir cascos y chalecos para seguirle dando atol con el dedo a los televidentes.

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