Luis Enrique Pérez

El progreso de la humanidad no es producto de gobernantes, ni de héroes, ni de filántropos. Es producto de la cooperación de seres humanos libres. Es producto de que, en la sociedad, cada ser humano, sometido al derecho, libremente elige sus propios fines, y actúa para realizarlos, y entonces necesariamente contribuye a los fines de los otros seres humanos. Hay dos medios principales de libre cooperación: la división del trabajo y el intercambio de bienes económicamente valiosos.

La división del trabajo es una causa del incremento de la productividad. Por ejemplo, una causa del incremento de la productividad de la industria fabricante de microprocesadores consiste en que hay empresas que fabrican únicamente microprocesadores. El intercambio de bienes es una causa del incremento del beneficio que se obtiene de la división del trabajo. Por ejemplo, mediante el intercambio, el fabricante de computadores se beneficia de que haya un fabricante de microprocesadores. Se beneficia porque se reduce el costo de fabricar computadoras.

La esclavitud puede ser moralmente reprobable. Empero, independientemente de esa reprobación, la esclavitud, como afirma Ludwig von Mises, es dañina porque dificulta una óptima cooperación social. Efectivamente, los esclavos cooperan por obediencia; pero el progreso de la humanidad no es precisamente obra de la obediente cooperación esclavista, sino de la libre cooperación. En la sociedad esclavista, el amo no puede estar mejor porque depende del improductivo esclavo. Y el esclavo no puede estar mejor porque depende del coercitivo propietario de su vida. Ambos dificultan recíprocamente su bienestar.

La cooperación de seres humanos libres crea una interdependencia entre ellos; pero es una interdependencia extraordinariamente beneficiosa, porque posibilita que cada uno obtenga un beneficio mayor que aquel que obtendría si no hubiera cooperación, precisamente mediante la división del trabajo y el intercambio de bienes.

En el mero acontecer cotidiano, por ejemplo, el carpintero enfermo depende del médico; pero el médico que necesita una mesa de madera, depende del carpintero. El carpintero no tiene que ser costoso médico para curarse él mismo, ni el médico tiene que ser costoso carpintero para tener la mesa. En el acontecer tecnológico, por ejemplo, el fabricante de una moderna aeronave depende del fabricante de turbinas de aviación; y el fabricante de turbinas de aviación depende del fabricante de aviones. El fabricante de aviones no tiene que ser costoso fabricante de turbinas, ni el fabricante de turbinas tiene que ser costoso fabricante de aviones.

La interdependencia que crea la cooperación entre seres humanos libres, mediante la división del trabajo y el intercambio de bienes, posibilita que cada ser humano pueda aprovechar el beneficioso producto de todos los seres humanos, y que todos los seres humanos puedan aprovechar el beneficioso producto de cada uno.

Adviértase que la libre cooperación mediante la división del trabajo y el intercambio de bienes, no es una cooperación que es obra de la buena y piadosa intención de quienes cooperan. Es obra de la intención de procurar el mayor beneficio propio (lícitamente, por supuesto). Y la libre cooperación posibilita ese mayor beneficio. Por ejemplo, el médico se beneficia más si compra la mesa que fabrica el carpintero, y no se dedica también a la carpintería; y el carpintero se beneficia más si paga los servicios de un médico, y no se dedica también a la medicina. No importa que el médico y el carpintero no tengan buenas y piadosas intenciones.

La libre cooperación es una fuerza que actúa en el mundo, no siempre como condición suficiente, pero siempre como condición necesaria, del progreso del género humano. La libre cooperación es una potencia concreta, que solo espera la oportunidad de manifestarse, para provocar en el Universo efectos benefactores que ninguna otra fuerza puede provocar. Una mayor libertad sometida al derecho, es una promesa de más benefactora cooperación entre los seres humanos.

Post scriptum. La libertad es el corazón del hombre. Los latidos de este corazón pueden ser reprimidos. Siempre, sin embargo, conservarán su poderosa energía potencial, como una roca gigantesca en el borde del abismo.

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