Adolfo Mazariegos
Hace algunos días, cuando escuché aquel desatinado comentario que hizo el Vicepresidente de la República acerca de que todos los guatemaltecos debieran ser sancionados porque la mayoría ha incurrido en actos de corrupción (¡penosa aseveración!), no pude menos que lamentarlo, (parafraseándolo, algo más o menos así fue lo que dijo: “yo creo que le tendrían que cerrar la visa a todos los guatemaltecos porque casi todos hasta para sobornar a un policía, para que no les cobre la remisión, se ven en actos de corrupción”), comentario que hizo al ser cuestionado por un medio de comunicación en relación a la solicitud que congresistas estadounidenses hicieran al Secretario del Departamento de Estado Rex Tillerson para que le fuera retirada la visa a guatemaltecos involucrados en actos de corrupción. Honestamente, cuando semanas atrás escuché también aquella otra declaración: “si los guatemaltecos se van de su país es porque quieren”, pensé que no volvería a escuchar en tan poco tiempo y del mismo alto cargo gubernamental, palabras tan a la ligera con respecto a un tema que amerita de las autoridades mucha más seriedad. En dicha declaración, no sólo se evidenció desconocimiento de lo que una acción como esa traería consigo en el marco de la aplicación de la Ley Magnitsky sobre derechos humanos y rendición de cuentas por parte de Estados Unidos a ciudadanos de un país como Guatemala, (desconocimiento que de por sí ya deja mucho que desear en alguien que goza de tan alta investidura y que también estuvo vinculado al sector académico durante varios años) que, además, -y nuevamente- se emite un comentario a la ligera, subestimando y denigrando a millones de ciudadanos guatemaltecos que probablemente ni siquiera llegaron a enterarse del desafortunado comentario, en virtud de que quizá, particularmente en el interior del país, tal vez ni tengan acceso a la tecnología y a los medios económicos necesarios para mantenerse informados y enterarse de que el Vicepresidente de su país les ha llamado corruptos. Afortunadamente, contradiciendo la polémica y deplorable aseveración vicepresidencial y algunas justificaciones que alegaban mala interpretación de sus palabras, no todos los guatemaltecos son corruptos, me atrevo a decir que la mayoría de guatemaltecos son gente honrada y trabajadora, gente que desea y tiene el derecho a caminar con tranquilidad y seguridad por las calles de sus entornos; buenas carreteras; buena atención en un buen sistema de salud; y cómo no, acceso a una buena educación para miles de niñas y niños urgidos de que se les cambie el futuro con hechos. Quisiera pensar que refranes populares como aquél que tantas veces hemos escuchado de las abuelitas “el león juzga por su condición” son solamente parte de las tradiciones orales de este país, y no el reflejo de una realidad nefasta de actualidad que seguramente todos quisiéramos evitar… Pero, quién sabe.