Alfonso Mata

No se necesita ser muy sabio para concluir: si nuestra democracia no funciona, sí autoridades y funcionarios toman malas decisiones, eso se debe a que nuestro sistema no es lo suficientemente democrático y no representa al pueblo.

Llegamos aquí a un punto de vista contradictorio: si los políticos conducen a malas reformas, no es porque estén desinformadas, o sean irracionales, es porque son corruptos y solo velan por sus intereses. Si los ciudadanos estuviéramos realmente informados sobre los temas que deben debatirse en serio y conociéramos las leyes, nuestras posturas serían ciertamente muy diferentes. Entonces, por un lado tenemos la maldad, por otro la ignorancia, en medio, un vacío. Así no se llega a ningún lugar.

Hagámonos dos preguntas: ¿conocemos a las autoridades que nos representan en el gobierno? Probablemente digamos no. ¿Conocemos sus obligaciones y la forma en que deben gobernar? Probablemente tampoco. Esto es lo que los economistas identifican como el IQ político. Nuestro grado de conocimiento político como ciudadanos, es de anormales.

Desafortunadamente, no solo como votantes tenemos un bajo nivel de conocimiento político, sino que también lo tenemos de la comprensión de temas que son prioritarios y que deben debatirse, todo lo vemos en interés de nuestros “YO”. Una prueba, somos incapaces de ponernos de acuerdo sobre la ley electoral: los expertos opinan una cosa, el pueblo pide otra, los políticos quieren ser los ganadores y lo peor, el pueblo no puede hacer “legalmente” nada. Entonces, sí el voto es el principio del proceso democrático y está prisionero de intereses, cómo puede crecer la democracia.

En este punto del debate, pareciera que estamos ante un problema de análisis e interpretaciones de una sola y verdadera realidad y eso a causa de que: como votantes apoyamos las malas medidas políticas, porque no tenemos la voluntad y medios para tomar mejores decisiones. Lamentablemente nos falta información y no siempre porque nos sea de difícil su acceso, sino porque desde nuestro punto de vista y de funcionamiento de nuestros cerebros, es perfectamente racional no adquirir este conocimiento y esto tiene su fundamento.

La información es costosa de adquirir, es decir que se necesita una cantidad considerable de tiempo y funcionamiento cerebral, para tener información completa sobre todos los problemas que ocasiona la mala fe de autoridades y funcionarios. Como individuos en la actualidad, sólo realizamos una acción, si el costo es menor que el beneficio que espera.

Entonces enfrentamos un dilema ante nuestra forma de interpretar nuestro hacer y participación política: el costo de estar informado políticamente es alto, pero el beneficio esperado es casi nulo y nuestro cerebro razona: Cualquiera que sea el grado de información electoral, nunca será más que un voto perdido entre millones en una elección nacional. La probabilidad de que mi voto individual tenga un impacto concreto en políticas y gobernanza, es extremadamente bajo. Conclusión: un votante racional, no dedicará incontables horas a documentar, para obtener un resultado que no controle. Elige en función de filling, sentires.

Esta es una de las principales lecciones de la elección pública en malas democracias: los votantes sufren de ignorancia racional también. ¿Es eso falta de civismo o de qué? Los mismos votantes que somos, somos perfectamente racionales en nuestras decisiones diarias: al hacer una compra cualquiera, nos tomamos el tiempo para documentar y sopesar los pros y los contras de cada opción. Entonces ¿Qué diferencia nuestra conducta de consumistas al de sufragistas? nuestra postura de consumistas, impacta directamente en mí y sobre “mi satisfacción”; una de esas dos condiciones, en la toma de mi decisión. Mi “elección” cuenta.

¿Cómo remediar el problema? Fácil de decir, difícil de hacer. Mientras que cada boleta tenga el mismo peso en la urna, la ganancia esperada seguirá siendo baja pues se trata siempre de votar por lo mismo. La única forma de que los votantes tomen entusiasmo por estar mejor informados y sean más racionales es “ofertar algo que valga la pena de votar” como reducir el tamaño del Estado, implementar la justicia y seguridad, la equidad. Eso significa cambiar estructuras y funcionamiento del Estado previamente.

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