Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

La gran mayoría de los vecinos de la capital nos quejamos en privado y en público de tantas deficiencias y carencias de la administración del municipio de Guatemala, pero muy pocas veces se discute el porqué de tal situación. Con solo listar los problemas que todos los días soportamos, llenaríamos el espacio reservado para este comentario, por lo que me circunscribo a lo básico y elemental: pésimo mantenimiento de nuestra infraestructura, lo que va desde el estado del pavimento y asfalto de calles, avenidas y calzadas; ausencia o deterioro de las aceras; mal sistema de drenajes y de transporte público; carencia de agua potable; anárquico manejo de la basura y ausencia total de tecnología para el manejo de los desechos, como el tránsito de vehículos cada vez más caótico y desordenado.

Muchos se preguntan ¿cómo es posible que habiendo estado tantos años Álvaro Arzú al frente del Concejo Municipal no le haya puesto la atención debida a los problemas citados y haberse olvidado por completo que lo que él mismo ofreció en sus campañas electorales de contar pronto con una “ciudad del futuro”, resultó ser un pobre eslogan propagandístico sin sentido, sin programas para lograr una realidad y eficacia desarrollada en un conjunto de políticas públicas, las que hace más de quince años dejaron de existir sustituidas por solo medidas coyunturales o dicho en buen chapín, un conjunto de chapuces, cuando la situación ha demandado no solo una eficaz organización, sino una proyección urbanística de gran envergadura.

¿A qué se debe entonces ese letargo y esa desidia hasta de sincronizar los semáforos de la zona uno o esa abulia para no destacar cientos de cuadrillas por todas las zonas de la metrópoli para dedicarse en horas nocturnas a tapar hasta el último hoyo, barranco o caverna dejado por la época lluviosa, para no entrampar durante el día, más todavía, el ya de por sí enmarañado tránsito de vehículos? La respuesta es la politiquería, que se acaba de destapar en el segundo de los intentos por despojarlo de su inmunidad para poder ahondar en la corrupción imperante en su administración edilicia.

Esa misma politiquería es la que le ha servido a Arzú para vivir pagando favores que él y su familia han necesitado para cubrir obscuros capítulos de su trayectoria; realizar submarinas transacciones para lograr aislados pasos a desnivel de nuestras atiborradas vías; economizar costos de encubierta propaganda electoral y hasta para dar empleo, con apariencia de beneficencia pública, la que todos terminamos pagando en desmedro de una eficaz policía municipal de tránsito que sigue trabajando con horarios de secretaria comercial, mientras durante las noches y madrugadas demuestra su elevada peligrosidad.

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