Factor Méndez Doninelli

En Petrogrado, capital de Rusia, en ese entonces, se proclamó el triunfo de la Revolución el 7 de noviembre de 1917, hace 100 años -25 de octubre según el calendario juliano en vigor ese año en Rusia-, la lucha revolucionaria contra la dinastía Romanov cuyo reinado se extendió durante 304 años, se desarrolló desde febrero hasta octubre de 1917, culminando con el derrocamiento del régimen zarista de Nicolás II.

La victoria de la Revolución Socialista de octubre marcó la historia reciente, inició la bipolaridad política del mundo y puso a la humanidad en una pugna entre dos modos de producción, socialista y capitalista. Ese día histórico, los obreros y soldados tomaron el Palacio de Invierno, residencia de los zares imperiales. Al día siguiente, el Segundo Congreso Panruso de los Soviets reunido en el Instituto Smolny, acordó nombrar un nuevo Gobierno y el líder revolucionario Vladimir Ilich Ulianov Lenin, proclamó ante los diputados obreros, campesinos y soldados el triunfo de la Revolución.

El estadounidense John Reed, autor del libro Diez días que estremecieron al mundo, relata su vivencia en esa “atmósfera de febril agitación”, cito: “Llegamos al Smolny, cuya sólida fachada estaba completamente iluminada; de todas las calles, sumidas en la oscuridad, afluían oleadas de formas vagas que se desplazaban con prisa. Pasaban automóviles y motocicletas; un enorme automóvil blindado, color elefante, avanzaba pesadamente con dos banderas rojas en la torreta y tocando la sirena. Hacía frío y en la parte exterior de la verja los guardias rojos habían encendido una fogata. En la puerta interior, a la luz de otra fogata, los centinelas descifraron a duras penas nuestros pasaportes y nos examinaron. Las fundas de lona de los cañones y las ametralladoras instaladas a cada lado de la puerta habían sido retiradas y las cintas de munición colgaban, como serpientes, de las culatas. Los automóviles blindados, con los motores en marcha, estaban alineados en el patio, bajo los árboles. Los largos pasillos desnudos, débilmente iluminados, retemblaban bajo el ruido ensordecedor de los pasos, los gritos, las llamadas. Reinaba una atmósfera de febril agitación. Una verdadera multitud se precipitaba por las escaleras: obreros ataviados con blusas y gorras de pelo negro, muchos con el fusil al hombro; soldados con burdos capotes color de barro y la chapka gris de plato; algunos jefes, Lunacharski, Kaménev, corrían, rodeados de grupos en los que todo el mundo hablaba a la vez, con el rostro fatigado y angustiado y llevando bajo el brazo una cartera repleta de documentos. La sesión extraordinaria del Soviet de Petrogrado acababa de terminar.”

Fueron las obreras textiles de Petrogrado, más tarde conocida como Leningrado, hoy llamada San Petersburgo, quienes el 23 de febrero del antiguo calendario juliano, declararon la huelga y tomaron las calles al grito de ¡Queremos pan!, acompañadas por obreros metalúrgicos. Ese día, 90 mil trabajadores manifestaron exigiendo libertades y fin de la guerra, ya que en esos años Rusia estaba envuelta en la Primera Guerra Mundial. Al siguiente día, la mitad de los obreros industriales se sumó a la huelga. Así estalló la Revolución y la lucha se extendió hasta octubre.

Esta rebelión inauguró las revoluciones socialistas, caracterizadas por la decadencia del capitalismo como sistema económico y social. Fue la primera revolución proletaria que estremeció a toda la humanidad y a la burguesía mundial. Lo ocurrido el 7 de noviembre de 1917, cambió la vida del país más grande del mundo y se convirtió en un nuevo paradigma social, político y cultural.

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