Emilio Matta Saravia
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Derivado de mis actividades laborales, me ha tocado visitar varios países de América del Sur, donde he podido conocer de primera mano las distintas prácticas empresariales y las políticas gubernamentales para distintos sectores productivos de cada país.

Me ha llamado mucho la atención el caso de Brasil, un país inmenso y muy rico, pero con unos niveles de pobreza muy altos. Solo para hacerse una idea del tamaño, la ciudad de Sao Paulo tiene tantos habitantes como todo el país de Guatemala. Pues resulta que allí en Brasil, se utiliza un sistema de alimentación para el empleado, el cual es obligatorio para todas las empresas, sin importar su giro o su tamaño, en el cual la empresa contratante deposita a una empresa operadora una cantidad de dinero, indica qué personas recibirán esa cantidad (cada persona tiene una especie de tarjeta de débito con un número), y la empresa operadora acredita el dinero en las tarjetas para la alimentación de los empleados.

Hay varios aspectos interesantes: la tarjeta es personal, solo se puede utilizar en restaurantes, cafeterías, comedores, etc., pero no se puede utilizar en supermercados o tiendas, menos en bares y cantinas, y sirve exclusivamente para comprar su comida del día. La cantidad que deposita el patrono es suficiente para cubrir los gastos de alimentación de una persona en un tiempo de comida, obviamente el tiempo en el que la persona se encuentra trabajando. Y la persona tiene total libertad de utilizarla en el establecimiento de su elección, siempre y cuando sea autorizado para tal fin. De acuerdo a lo que he conversado con mis amigos brasileños, dicha asignación es suficiente para todo el mes, comiendo moderadamente en lugares de precios moderados.

Cabe resaltar dos cosas muy importantes: la primera es que esta prestación es adicional al sueldo del empleado, no se descuenta del mismo y la segunda es que la asignación es igual para todos los empleados, no importando el puesto o el sueldo que tenga. Por cierto que he trabajado en empresas aquí donde anuncian con gran pompa como una “prestación adicional” que dan alimentación al empleado, cuando en realidad lo que hacen es descontar del sueldo del empleado la comida de la cafetería de la empresa que comió en el mes, que por cierto no es ni rica ni de buena calidad.

Hay modelos en otros países que valen la pena aprenderlos e implementarlos aquí, y creo que este es uno que aplica perfectamente. No es algo que va a sacar de la pobreza al país, pero si le da un respiro económico a la clase media del país, donde normalmente trabajan ambos padres. Y al ser de carácter obligatorio para todas las empresas del país, forzaría a las cafeterías de las empresas (algunas de ellas con “Menú Premium”) a mejorar su calidad para competir con cualquier restaurante o comedor de fuera.

Esta podría ser una iniciativa del Ministerio de Trabajo para implementar a nivel nacional, donde no solo el trabajador obtiene un beneficio económico, sino que ayuda a reactivar la economía, ya que al crecer la demanda de alimentación, seguramente surgirán pequeños comedores y restaurantes, o crecerán los ya existentes, generando más oportunidades de empleo, más emprendedores y dinamizando nuestra deteriorada economía.

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