Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Seis semanas después de que el huracán Irma impactara con vientos de categoría 4 la Isla de Marco en el suroeste de Florida, la prensa regional publicó ayer, que la recuperación ha sido tan rápida que es difícil entender que hubo una tormenta de ese calibre. He visitado esa región desde hace 34 años, cuando por primera vez llegamos a Marco Island, habiendo logrado ir una semana después del huracán y, la verdad, impresionaba la acumulación de escombros y vegetación. Escombros principalmente de los techos de edificios y viviendas que fue lo más dañado, así como muchos de los árboles y palmeras que caracterizan el entorno. Efectivamente, en pocos días se restableció la energía eléctrica así como el agua potable y la vida fue recobrando rápidamente su normalidad, excepto para aquellos que viven en condiciones de mayor vulnerabilidad, entre ellos muchos compatriotas que empezaron a llegar a esa región de Florida en la última década.

El huracán no provocó desgracias personales en esa región y los mecanismos de prevención funcionaron casi perfectamente. La gente acató la orden de evacuación obligatoria y buscó refugio en alguno de los muchos albergues que fueron habilitados, pero para los más pobres el regreso a sus viviendas fue de espanto porque entre la poderosa fuerza del viento y la persistente lluvia que generó inundaciones, perdieron sus pertenencias. Fueron esas comunidades las últimas en ver restablecido el servicio de energía eléctrica y como me comentaba una paisana que trabaja como cajera en un supermercado, hay que agregar que vivir en esos lugares sin el aire acondicionado es una auténtica tortura.

La pobreza se traduce en precariedad de las condiciones de vida y de la misma vivienda, por lo que quienes la sufren son más vulnerables ante los fenómenos naturales, sean éstos tormentas o terremotos. Puerto Rico, que había sufrido el paso del mismo huracán Irma unos días antes, recibió con toda fuerza el embate del huracán María y a diferencia de lo que puede decirse del resto de Estados Unidos, en donde la ayuda a los damnificados ha sido rápida y eficiente y las autoridades restablecieron los servicios con rapidez, la gente está pasando una verdadera pesadilla porque siendo un territorio norteamericano más pobre, no han logrado reponerse y se les advierte que pasarán aún meses sin que puedan sentir de nuevo la normalidad. Todo ello mientras el presidente Trump se entretiene en las redes sociales atacando a la demócrata Alcaldesa de San Juan Puerto Rico.

Y la reflexión viene, porque si en cualquier desastre de éstos los pobres pagan el pato, cuánto más en lugares donde se viven condiciones de extrema pobreza, como ocurre en Guatemala. Los pobres en los países desarrollados, tienen muchísimo más de lo que tiene la gente que en vive en países donde hasta el último centavo disponible para la inversión social, termina en manos de los corruptos que se han sabido aconchabar, en una lucrativa alianza “pública-privada”, la corrupción, para dejar en trozos a todos, pero especialmente a esa gente que nació en condiciones de pobreza y que parece condenada a morir sin ver ninguna esperanza.

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