Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu
Ricardo Martinelli fue electo presidente de Panamá en 2009, con un discurso de honestidad que recuerda el slogan que en Guatemala llevó a Jimmy Morales al poder. El exitoso empresario aseguraba tener una garantía de integridad: “Yo soy rico, no necesito robar”. Pero sus acciones estaban muy alejadas de sus palabras.
El libro Anatomía de una Trampa es el relato de uno los mayores escándalos de corrupción internacional en el que se vio envuelto el expresidente Martinelli. También es el testimonio de un ciudadano, que lucha contra la corrupción; ya que Fernando Berguido comparte su vivencia como embajador de Panamá en Italia, a donde es enviado por el presidente Juan Carlos Varela para desentrañar un entuerto judicial.
En el año 2014 en Panamá, los casos de corrupción brotaron como hongos, como indica Berguido: “La corrupción ahogaba al país. No se trataba de que fuera el primer gobierno corrupto. Lastimosamente llevábamos cuatro gobiernos, democráticamente elegidos, en los cuales desde el despacho del Presidente se coordinaban la trampa. Pero los anteriores, de alguna forma, procuraban respetar las apariencias y mostraban cierta mesura. Martinelli rompió el molde. Fue un pillaje. No habría obra pública sin la sombra de la corrupción.”
En cuanto asumió el poder Martinelli, buscó un acercamiento con Berlusconi para hacer negocios con las empresas italianas. Panamá realizó con Finmeccanica la compra directa más grande de su historia, obviando el proceso de licitación. Las transacciones incluían radares, helicópteros y mapas digitales. Se pactaron comisiones millonarias para una empresa –intermediaria- de nombre Agafia, en la cual resultaba beneficiado el Presidente, su familia y sus socios comerciales.
El desfalco ocurrido en ese país centroamericano, es similar a lo que ocurre en Guatemala. La negociación de helicópteros de lujo; la complicidad de los medios de comunicación para tergiversar los hechos; la manera como los funcionarios se organizan para cooptar el Estado y los nombramientos políticos que permiten que el sistema de justicia sea cómplice de la corrupción, son situaciones a las que estamos acostumbrados. Es fácil identificarse con la frustración del autor: “Confirmar, con hechos directos, lo que ha sido la gran rapiña de mi país era muy doloroso. Más duro era saber que, con el paupérrimo sistema de justicia panameño, alcahuete perenne de la impunidad, probablemente el desfalco terminaría siendo una anécdota. Sin castigo.” Así se demuestra que cuando el sistema de justicia es débil y se usa para proteger a los corruptos, hace falta de la cooperación judicial internacional para investigar objetivamente.
En el caso de Finmeccanica los fiscales italianos demostraron el rol de los funcionarios, intermediarios y contratistas en las transacciones ilegales en los negocios con Panamá. Berguido, por su parte, fue artífice de una compleja negociación diplomática que anuló los contratos y obligó a la empresa italiana a reconocer el sobreprecio pactado y devolverlo. En total se recuperaron más de 100 millones de dólares.
Cuando el presidente Varela informó sobre la negociación realizada, hizo ver que se trataba de un acuerdo comercial, que no impedía la persecución penal de los responsables. Este caso ejemplifica que cuando existe voluntad política y funcionarios honestos, el beneficio es para el país y sus habitantes.
El texto debiera ser una lectura obligatoria para los gobernantes guatemaltecos, en especial para Morales y Cabrera quienes no han sido capaces de romper el círculo vicioso de la corrupción. Ellos son artífices de lo que Berguido describe como el pacto de mafiosos: cuando el nuevo presidente termina cuidando las espaldas al anterior, para promover que el próximo le cuide la propia.