Edgar Villanueva

La semana pasada escribí sobre el voto directo y uninominal y la importancia de acompañar a este tipo de votación con la liberación del monopolio de los partidos políticos, especialmente para el Congreso. Sin embargo, no tuve oportunidad de mencionar cuál es el elemento que se pretende incentivar con ambas modificaciones, la representatividad.

La representatividad de los intereses del pueblo es el valor que ha sido secuestrado a través de la selección a dedo (o en primarias artificiales) de los candidatos a diputados. En un mundo ideal, el candidato a diputado llegaría a las elecciones con un apoyo local amplio, pues los electores de las primarias sienten que esa persona es la que mejor representa sus intereses. Este candidato, entonces buscaría ampliar esa base de apoyo haciendo campaña a nivel municipal y distrital para finalmente llegar a la elección general y ser electo.

Actualmente, el diputado tiene el dinero, las relaciones dentro del partido y en los mejores casos es “conocido” en la localidad donde va a ser promulgado candidato. El que desea ser candidato habla con los dueños del partido, y ellos, a cambio de un aporte y ciertos compromisos, lo postulan, enfocándose en tener un candidato presidencial fuerte que permita al candidato municipal o distrital aprovechar esa corriente para ser electo.

Esta segunda forma anula la posibilidad que en un candidato se refleje la voluntad popular. Además, alimenta un sistema donde los diputados son más fieles a sus partidos y a los caciques políticos, que a sus electores. Si esto no fuera así, muchos diputados se hubieran abstenido de votar a favor de las reformas al Código Penal que generaron tanta polémica hace algunas semanas, pues sabían que la mayoría de ciudadanos no los hubiera apoyado. Sin embargo, la votación no fue motivada por el pueblo, sino por acuerdos entre partidos políticos y compromisos con él o la cacique del partido.

La genuina representatividad se ve reflejada en el siguiente ejemplo: en las oficinas del Congreso de Estados Unidos, siempre hay al menos dos jóvenes contratados para contestar el teléfono. Estos jóvenes registran la preocupación del que llama y sus datos (para asegurarse que está dentro del distrito para el cual trabajan) en un sistema que va priorizando los temas según el volumen de llamadas que haya sobre los mismos. Si algún tema llega a cierto número de llamadas, es tomado como prioritario para la oficina del Congresista. Este tema, por insignificante que parezca, puede llegar a determinar cómo el representante del pueblo vota en temas de trascendencia nacional, y en algunas ocasiones, lo puede llegar a separar del voto de su partido. ¿Por qué sucede esto? Porque el congresista representa al distrito que lo eligió antes que al partido.

Si buscamos una verdadera representatividad debemos enfocarnos en permitir que los líderes que tienen apoyo popular genuino, puedan llegar a ser diputados sin tener que pactar con la política tradicional. Este es un tema fundamental en la discusión de la reforma a la Ley Electoral.

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