Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

La Constitución de la República  no es el producto espontaneo de nuestros constituyentes, es en parte la reiteración de conceptos de constituciones que anteriormente estuvieron vigentes.

También tiene inspiración derivada de la última Constitución española, todo lo cual es normal por cuanto seria inusual que los constituyentes de esa época no se hubieran documentado y respaldado en normas constitucionales de gran importancia.

Sin duda alguna, la Constitución de España ha influido en el contenido de varias constituciones de América Latina, actualmente en vigor.

España es un reino democrático del cual tenemos enormes raíces todos los latinoamericanos. De igual forma, también tenemos influencias de los códigos napoleónicos; por tanto, somos países de normas jurídicas latinas.

En el presente momento y gracias a la modernidad que rige en los medios de comunicación, estamos enterados que Cataluña, en parte, desea desmembrarse del reino de España y por ello es que  sin respetar la Constitución española, las autoridades de Cataluña realizaron un evento de consulta al cual concurrieron más o menos un tercio de los ciudadanos de Cataluña, quienes se inclinan por una independencia deseada por cientos de años.

En contraste, las más recientes manifestaciones públicas dicen “Somos españoles” y también consideran que conversar sobre los temas de discrepancia es conveniente.

El Presidente del gobierno español Mariano Rajoy, recientemente, ha pronunciado un discurso ante las Cortes que es una cátedra de derecho constitucional, y dentro de los conceptos que ha mencionado ha dicho “Dentro de la legalidad democrática todo es posible”.

Ello implica que no basta con pedir, como lo hizo un tercio de los ciudadanos catalanes, sino que la petición debe estar enmarcada dentro del Estado de Derecho que, igual que en Guatemala, lo determina el pacto social que contiene la Constitución.

Por consiguiente, el pedir es solo una expresión de uno, varios o muchos ciudadanos, pero bajo ningún concepto es un mandato.

Si no es un mandato, su respaldo legal no existe, aun cuando algunos columnistas como Édgar Gutiérrez o su apéndice Manfredo Marroquín opinen en sus respectivas columnas; eso solo es “una opinión”, cuya semilla se encuentra plantada en un pequeño grupo que durante más de 50 años cacaraquean sin echar pan a su matate.

De hecho, su cacareo les permite recibir ingresos en dólares, sin tener que rendir cuentas, ni pagar impuestos al Estado guatemalteco.

Por ello, como dice un amigo, es que sus columnas las encabezan con fotografías estilo cupido, con los deditos y las manitas colocadas de forma graciosa, lo cual todos debemos de respetar ya que cada quien es libre si no infringe las leyes de hacer y decir un cucurucho.

En cuanto a lo que a mí se refiere, soy claro, preciso y conciso, y si bien opino públicamente, mis planteamientos son que la Constitución vigente no se debe modificar por propuestas de quienes no tienen legalmente el derecho de hacerlo. Por ello, echando pan a nuestro matate la Constitución solo la puede modificar una propuesta del Presidente, de diez diputados, discutido y aprobado por dos tercios del Congreso y una consulta popular expresa o una Constituyente integrada por quienes se postulen y queden legítimamente electos.

¡Guatemala es primero!

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