Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“En una democracia, el disenso es un acto de fe.”
J. William Fulbrigh

La sociedad no es plana, lo más variado es el pensamiento, casi todos queremos llegar al mismo punto, pero nuestros caminos son diferentes, sin embargo, el defender una forma de llegar a una aspiración desde otra vía, no nos hace a unos corruptos y a los otros impolutos, porque no existe nadie totalmente virtuoso.

Viene a colación lo anterior, porque en mi caso particular, estoy contra cualquier tipo de corrupción, me parece encomiable el trabajo del MP, de la mano de la CICIG, ante todo porque se han desarticulado casos incrustados en las esferas gubernamentales, que han socavado las finanzas del Estado, y la economía nacional, sin embargo, soy totalmente contraria al circo mediático, el amarillismo denota la falta de cultura tanto periodística como la de la población de un país que se alimenta de ella, y que ambas caen en un círculo vicioso, en el que tanto medios de comunicación y sociedad se autoalimentan de las pobrezas humanas, tan frecuentes en el país.

Por lo anteriormente expuesto, no estoy de acuerdo con la forma en la que tanto el MP, como la CICIG, ventilan procesos, los que antes de ser conocidos en sede judicial, en un exceso de protagonismo, propio de un país bananero, se hacen eco de actos que no son más que obligación de los funcionarios, pero que dado a su inicio desde lo mediático, alimentan y fomentan el amarillismo, condenando a los supuestos corruptos, antes de que un Juez competente, conozca siquiera del caso, menos aún, dicte una sentencia y que esta sea firme.

Carmen Iglesias, profesora de la Real Academia de Historia de España, habla de la pobreza de la condición humana, en la que la historia no se repite, las personas actúan de acuerdo a la misma, pero los contextos son diferentes, y eso sucede en el país, sin embargo, hay una necesidad de repetirlas.

En esas circunstancias, la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que toda persona tiene derecho, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal, pero en Guatemala, el caso en concreto primero es juzgado por los medios de comunicación y las redes sociales, condenado, y ejecutado, por lo que cuando el mismo, por fin llega a tribunales, ya la sociedad condenó y ejecutó, ejecución que no termina ni con la muerte, aunque se haya probado la inocencia en un tribunal, el que en justicia, debe conocer.

Un fenómeno que vivimos actualmente en Guatemala, y que ha sido alimentado, tanto por los medios de comunicación como por las redes sociales, estriba en que, quien no está de acuerdo con la política de comunicación de la CICIG, somos corruptos, y los que aplauden hasta la respiración del Comisionado, son casi que un poco menos que ángeles de la caridad, cosa que se encuentra enormemente alejada de la realidad, así como que los autollamados izquierdistas (que aplauden a Velásquez y Aldana) son poco menos que impolutos, y los que no se autodenominan de “izquierda” automáticamente son de derecha, quienes llevan implícito el gen de la corrupción.

En este momento, en el que todos somos analistas, pero no objetivos, la sociedad históricamente dividida se divide aún más, el desangramiento verbal es impresionante, ya que existe mucho fanatismo que elimina el objetivismo, y peor aún el argumento, tanto que a falta del mismo se recurre al insulto o a la burla.

La conclusión es que ni todos los pro CICIG son virtuosos, ni todos los que cuestionamos sus procedimientos de pan y circo somos corruptos, tampoco la supuesta derecha e izquierda (Inexistentes) son sinónimo de putrefactos y castos, acá solo convivimos personas que añoramos vivir en paz, y sin atisbos de corrupción, ¿El camino para llegar? No importa, lo importante es llegar.

La señora Iglesia enfatiza que en la condición humana, el sentido de pertenencia al grupo, la necesita el individuo porque al ser parte de la masa, se desprende de la responsabilidad individual, y que es una tragedia del ser humano no afrontar esa exigencia, que nos está dividiendo aún más.

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