Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Sin pelos en la lengua, como deben hablar siempre los hombres de Dios, el Arzobispo Metropolitano, Óscar Julio Vian, respondió a los periodistas de una manera que refleja el sentimiento de la población respecto a la necesaria depuración de nuestro sistema político derivado en una viña para los largos y corruptos que crearon esa especie de sociedad entre los candidatos y sus financistas para asegurar el absoluto secuestro de la democracia en Guatemala. Por supuesto que sus palabras provocaron el natural resquemor entre los pícaros y quienes les arropan, pero hay que reconocer que el prelado no hizo más que repetir lo que es el clamor de tanta gente.

El Arzobispo de Guatemala siempre ha sido una persona influyente en la vida nacional, para bien o para mal, y en este caso está actuando para lo primero, es decir, para guiar a la grey en el sentido correcto que es el de demandar cambios profundos en un sistema que se vuelve indefendible. Y lo hace de manera clara y categórica, cosa que le ha faltado al Episcopado que rebusca los términos cuando se trata de tocar este tema, sin mostrar la fácil disposición que tuvo para echar reata cuando el tema era defender el papel del Nuncio y atacar a La Hora, por ejemplo.

Pero es que el asunto es justamente ese del más importante Arzobispado que hay en el país, el de la capital de la República, puesto que no vaya a creerse que entre obispos no hay juegos de poder ni existen intereses políticos. Cuando un cura quiere llegar a obispo tiene que hacer sus “planas” correctamente ante quien tiene la potestad de recomendarlo en el Vaticano, pero lo mismo pasa cuando alguien es nombrado simple obispo de pueblo pero se siente tan maravilloso que cree estar siendo desperdiciado sin un influyente Arzobispado. Al sentirse así, en medio de su megalomanía que no les deja entender el verdadero sentido de una prelatura en el servicio al pueblo de Dios, se ponen a hacer méritos y entendiendo aquello de que más vale un chaquetazo a tiempo que muchos años de servicio, y arropan al Nuncio Apostólico de Su Santidad para que les haga la campaña de una buena recomendación.

Hay obispos en Guatemala a los que se les hace difícil entender cómo es que la poderosa maquinaria del Vaticano dispuso nombrar a monseñor Óscar Julio Vian como Arzobispo en la Arquidiócesis más importante del país, asentada en la más importante de las capitales de Centroamérica, justamente la que fue capital de la Capitanía General. Y por ello, aunque vean que hay un Nuncio que va en contra de la línea absolutamente contraria a la corrupción de ese Papa extraordinario llamado Francisco, tienen que protegerlo a toda costa por puros intereses personales y políticos, de los que también hay y muchos entre los sacerdotes porque, al fin de cuentas, no todos tienen la misma vocación de servicio ni el compromiso de humildad que se derivaría, casi como por orden natural, de aquellos que entregan su vida a Dios.

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