Arlena D.Cifuentes Oliva
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En su reciente visita a Colombia, el Papa Francisco expresó que un buen cristiano debe tener siempre “una conciencia política y una conciencia social”, lo cual comparto plenamente y considero que en la actualidad la Iglesia tiene la responsabilidad de ser conciliadora. Basta ya de alimentar la división entre hermanos porque unos son de izquierda y otros de derecha. Tan malos pueden ser unos como los otros, intereses mezquinos hay de un lado como del otro. La Iglesia debe adecuarse al cambio de los tiempos y en esto el Papa Francisco se distingue, sabe que debe haber mayor apertura e inclusión, una actitud distinta hacia el necesitado.

Desde que se inicia la gestación de esa conciencia política en mi persona siempre me he cuestionado el significado de la celebración del 15 de Septiembre como Día de la Independencia Nacional. Estoy convencida de que parte de los males que hoy nos aquejan son consecuencia de esa ceguera y resistencia a no querer ver la realidad. Como personas poco pensantes nos dedicamos a pasar de una generación a otra la firme creencia de que en esta fecha obtuvimos nuestra libertad como país. Nada más alejado de la realidad, nunca hemos sido ni libres, ni soberanos ni independientes.

Producto de la conquista y de la marcada diferenciación entre criollos, ladinos y la pluralidad multiétnica y multilingüe de la raza indígena, así como de la sujeción a la que fuimos sometidos, la mayoría de la población reproduce una condición de sumisión y acomodamiento. Hablo de una sumisión que tiene que ver con la capacidad de actuar y de pensar por nosotros mismos, lo cual se incrementa paulatinamente por las condiciones en las que se ejerce el control político, económico y social de quienes detentan el poder en los distintos momentos de nuestra historia y que se traduce en la generación de una población dividida y deprimida que vive en su mayoría en condiciones de pobreza extrema, con desnutrición, con escaso acceso a la educación formal e informal. Un pueblo con estas características es fácilmente manipulable e influenciable y está muy lejos de pensar por sí mismo cuando sus necesidades mínimas no están solventadas.

Si a lo anterior sumamos el condicionamiento y la injerencia extranjera de la que hemos sido objeto a lo largo de nuestra historia ¿De qué “independencia” estamos hablando? Por todos es sabido que no hay libertad en la toma de decisiones políticas y económicas, estas están condicionadas a los intereses de los países grandes que compran nuestra libertad de toma de decisiones a cambio de préstamos y financiamientos que de una u otra manera convienen a sus intereses. La deuda externa nos tiene de rodillas y a esto agreguemos la corrupción ejercida por la clase política a través de la historia.

Un pueblo cuya capacidad de desarrollar un pensamiento propio, un pensamiento autónomo en donde la formación de criterios y opiniones en relación al quehacer cotidiano de su vida política no tiene cabida, no puede ser libre, ni soberano, ni independiente: Es un pueblo prisionero de sus propias miserias. Una de las más aberrantes miserias de un pueblo es la de la ignorancia, la del intelecto cercenado o del intelecto mercantilista cuya interpretación sólo puede hacerse a partir de la mediocridad del espíritu y de la ausencia total de dignidad humana. Quienes hacen el trabajo ideológico a partir de intereses espurios saben a ciencia cierta que pisan un terreno frágil y aprovechan con todo el cinismo de que son capaces, el desconocimiento de todo un pueblo que se aferra cada cuatro años a promesas y ofrecimientos falsos, porque necesitan vislumbrar en ello una esperanza.

Suficiente ver nuestra historia reciente y la ausencia de materia gris del liderazgo político. Sufro de pena ajena al ver a Álvaro Arzú haciendo campaña por Jimmy Morales, los dos con la misma limitante: la carencia real de materia gris y de vergüenza, lo cual se traduce en la ausencia de capacidad para dirigir la cosa pública, aunque habrá que reconocer que Arzú fue más hábil al rodearse de asesores con mayor capacidad que los amigos asesores del actual Presidente.

La crisis política actual tiene su explicación en lo anteriormente mencionado. Un Congreso plagado de intereses mezquinos, conformado por seres corruptos y desvergonzados que se ríen de un pueblo falto de criterio y de cultura política, además de saberlo polarizado y desinformado. Para superar la crisis actual hay que actuar con prudencia, la posible renuncia de algunos de los diputados actuales podría significar un mal peor por un mal menor. Quienes asumirían las curules de los posibles renunciantes serían de la misma calaña o quizá, más manipulables y mejor dispuestos a cualquier transacción fraudulenta de esas que se realizan entre los poderes del Estado.

Sin embargo, no debemos perder de vista que en menos de dos años estaremos nuevamente en campaña electoral. No se vislumbra en el panorama nacional la posibilidad de algún liderazgo que garantice medianamente la posibilidad de sacar al país de la situación crítica en la que se encuentra sumido. Idealmente, no quisiera pensar que la Embajada haya dado su bendición, ya, a un grupo de ciudadanos que con un buen discurso les hayan convencido de que son la salvación del país. Por tanto, las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos son prioritarias y es hacia ese objetivo a donde deben dirigirse todos y cada uno de los esfuerzos que se realicen, propugnemos por ello. La vigilancia ciudadana es vital en este momento.

Tristemente, hoy no puedo contarle a mis nietos que el 15 de Septiembre se celebra nuestra Independencia patria, porque no somos ni libres, ni soberanos, ni independientes. Menudo brete en el que se verán cuando intenten contradecir la historia, una historia que necesita reescribirse para salir del ostracismo en el que vivimos.

 

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