Mario Alberto Carrera
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16 de septiembre

Leo en alguna publicación internacional por Internet, que el conglomerado antineoliberal ha estado celebrando los 150 años de la publicación de la I parte de Des Kapital, que lleva justamente el subtítulo de Kritik des Politischen Ökonomie. Sí, así es. La magna obra de Karl Marx es eso: una muy bien fundamentada crítica a la economía política -que hasta su tiempo había imperado- en el alucinado planeta Tierra y que, curiosamente y por lo mismo, sigue teniendo vigencia. Toda vez que los diversos sub modelos económicos que el capitalismo ha puesto en práctica –espacio temporalmente- han fracasado sin apelación. Especialmente burdos sub paradigmas como el guatemalteco, clavado a troche y moche sobre las bases muy fuertes e inmutables de la Colonia-Edad Media que nos envuelve sudorosa y aún palpitante.

Des Kapital es la obra –entre otras de Marx- que cuenta las costillas a ese sistema que obtuvo su completa entronización en la medida que la era industrial y la alta burguesía –en consecuencia- se impuso a partir del siglo XIX. Y el punto álgido de tal cómputo costillar, es el análisis que el alumno de Hegel realiza sobre la plusvalía, mediante la cual Marx demuestra que el capitalismo se levanta y se sostiene altivo sobre esta inmunda y apestosa base: la de explotar sin misericordia al trabajador.

Otro dolor -para la oligarquía- que le ha producido Marx: la propuesta de una sociedad sin clases y la abolición de la propiedad privada. Propuesta –desde luego muy utópica- ya hecha por: Platón, Tomás Moro o Jonathan Swift y nuestro Rafael Arévalo Martínez, en sus novelas Viaje a Ipanda y El Mundo de los Maharachíes. La celebración marxista cobra sentido en 2017, porque, dado el fracaso del neoliberalismo y la privatización a mansalva (a pesar de los zapateos de Francis Fukuyama) los ojos se vuelven cada vez más hacia Engels y Marx y hasta sobre Bakunin y su anarquismo. ¡Yo, bakuniano, siempre!

17 de septiembre

Presencio por la tele y leo en los periódicos (de papel, amo el papel) todo el aquelarre que se orquesta destempladamente en el cada vez más insoportable Legislativo con sus reculones y sus chistosos arrepentimientos ¡tan folklóricos!, como el del estridentista Galdámez, sobre lo que ya sabemos: la impunidad, digo la inmunidad del Clown y los decretos para cambiar a -favor de toda nuestra mafia en pepián- ciertas cosas que le favorecían como lo de los 10 años…

18 de septiembre

Cada vez me doy ¡más y más cuenta! de que la celebración febricitante de los 150 años de la primera edición de Des Kapital, de Marx, cobra mucho sentido, especialmente en países como el nuestro, donde el desarrollo humano no se fortalece (según el PNUD, yo no soy el comunista) mientras que el económico sí. Dicho de otra manera: en países -como este- donde los ricos comen pan y los pobre eme, eme, como dice la canción, el estudio de El Capital aún se impone.

19 de septiembre

Umbral de la manifestación “20S”. Reflexiono sobre todo lo que arriba he escrito y me doy cuenta de que pedir a los manifestantes un desfile ¡pacífico!, es tan imbécil como pedir una guerra sin armamento. Y, desde luego, asimismo, prohibir y prohibir. Lo único que se debe prohibir es prohibir, según lo expresó la revolución de mayo de 1968. Para alcanzar la libertad hay que transgredir la prohibición, como en el Paraíso. Eva lo sabía muy bien: hay que darle gusto a la serpiente para sentir los trepidantes placeres del sexo.

No me tome en serio, lector.

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