La crisis política que ha vivido el país está compuesta por dos ángulos: Uno, los procesos legales a los que tendrá que hacer frente Jimmy Morales ahora o al nada más dejar la presidencia; el segundo, su terrible decisión de aliarse a los peores representantes de la impunidad y la corrupción para frenar las acciones del Ministerio Público y la CICIG.

Se repite un argumento que nos parece incorrecto y que es lanzado por todos aquellos que plantean el “diálogo” como salida a la crisis. “Nos guste o no nos guste, dicen, el Presidente es legítimo por haber ganado las elecciones con nuestros votos”. Lo que seguramente entienden, pero lo que no quieren decir es que esas elecciones son ilegítimas desde que se utilizó el financiamiento electoral ilícito, lo que anula cualquier asomo de legitimidad, pues se engañó al pueblo con lo de ni corrupto ni ladrón.

Esa pretendida legitimidad es exactamente igual a la de TCQ, negocio que fue avalado justamente por los que ahora aseguran la legitimidad de las elecciones. No puede aceptarse lo que tiene un origen delictivo o espurio y en ambos casos llama la atención cómo los mismos, los que aún en las peores condiciones exigieron elecciones, aparecen haciendo causa común para que las ilegalidades sean aceptadas porque así conviene a sus intereses.

Que quede claro que el señor Jimmy Morales no tiene diferencia con Sandra Torres, Manuel Baldizón, Alejandro Sinibaldi o los alcaldes que, por cierto, se tapan todos con la misma chamarra. Y menos vale el argumento que ha sido legítimo mantenerle el derecho de antejuicio cuando los que votaron son, en buena parte, “líderes” que ni en su casa los conocen y que se ganaron la curul aceptando llegar a levantar la mano como borregos siempre y cuando se les deje amasar sus millones con el Listado Geográfico de Obras y partiéndolo con sus jefes del partido.

No solo es ilegítima la presidencia de Morales, sino que termina siendo ilegítimo todo el sistema político guatemalteco. Por supuesto que los beneficiarios del status quo quieren que se mantenga todo como está, que no se hagan olas, que con un diálogo y “actitud positiva” salgamos de una crisis que, por el otro lado, lo que nos demuestra es que estamos en medio de la pocilga y si queremos salir, tenemos que pelear con los peores lagartos que están en la orilla esperando para hartarnos. ¿Será que con esos lagartos se puede dialogar para salir de la porquería o mejor platicamos los que la sufrimos para definir cómo los vencemos?

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