Ayer el Procurador de los Derechos Humanos emitió un comunicado que nos parece de gran importancia porque advierte que antes de responder al llamado al diálogo que hacen el gobierno y sus aliados, tanto en el Congreso como entre el empresariado, es necesario atender el clamor del pueblo expresado a nivel nacional en marchas multitudinarias y pacíficas, agregando que cuando se produzca el diálogo, cumplido el respeto a ese clamor, se debe incluir a actores regionales y comunitarios para romper la eterna dinámica de centralismo que, decimos nosotros, opera con gatopardismo para que nada cambie.

El diálogo siempre es un elemento importante en la búsqueda de soluciones para cualquier crisis, pero hay que tener presente que históricamente en Guatemala se ha utilizado para desmontar procesos de cambio y mediatizarlos aprovechando la desarticulación social existente que contrasta con la forma en que ciertos grupos bien estructurados tienen definida desde hace décadas su agenda de control y dominación.

El punto de arranque de todo lo que está ocurriendo ahora es el carácter pacífico, pero también firme de la participación ciudadana en las jornadas de protesta contra la corrupción que es apañada con evidente descaro por las autoridades nacionales que llegan al extremo de no solo atacar a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y al Ministerio Público, sino de emitir leyes para eliminar el carácter delictivo a delitos causantes de la podredumbre como el de financiamiento electoral ilícito que, justamente hoy, vuelve a escena cuando se sabe que el dinero podrido del Banco de los Trabajadores fue una de las fuentes de financiamiento electoral del actual Presidente y entonces Secretario General de su partido, dinero que por cierto no fue reportado dentro de los financiamientos recibidos y que el ya tristemente célebre Tribunal Supremo Electoral actual se pasó por el arco del triunfo.

Debemos estar preparados para que el diálogo se convierta en un instrumento eficiente para acelerar los cambios, pero jamás para que sea utilizado como instrumento para entretener la nigua, como decimos en buen chapín, y darle atole con el dedo a los ciudadanos que han reaccionado con entereza y firmeza para demandar un nuevo modelo político en el que se descarte ese principio de cooptación que surge del financiamiento electoral tal y como se acostumbra en nuestro país.

Guatemala necesita, ahora más que nunca, respuestas coherentes de los distintos actores sociales y hay que identificar claramente a los que le dieron la espalda al clamor de la gente en cuanto a exigir la necesaria depuración de las instituciones políticas del país.

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