Francisco Cáceres Barrios
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Para serles sincero me tenía preocupado que el presidente Jimmy Morales fuera a decir en el discurso que pronunciaría el pasado martes 19 de septiembre en la Asamblea General de la ONU, no por el triste papel que podría hacer en su carácter de primer mandatario, sino por la mala imagen que pudiera seguirle haciendo a nuestro país, cuando para muchos pueblos del orbe hemos sido ejemplo del tesón por nuestra denodada lucha por erradicar la corrupción y la impunidad. Sin embargo, después de haber leído y releído sus palabras encontré que tácitamente había ido a hacer lo que debió haber planteado al Secretario General durante la visita que efectuara antes de declarar non grato al doctor Iván Velásquez, Comisionado de la CICIG.
De ahí que esté preguntando: ¿por qué no pensó antes en plantear una revisión al acuerdo entre la ONU y el gobierno de Guatemala? Porque si el Presidente se hubiera tomado la molestia de leerlo, hubiera encontrado que la cláusula 12 del mismo, le daba la oportunidad de llegar a un arreglo adecuado y conveniente para él y su país, pues está claramente establecido que toda controversia entre las partes, relacionada con la interpretación o con su aplicación, se podría resolver por negociación entre las partes o por cualquier otro medio de solución mutuamente convenido. Aún así, el presidente Morales sigue cayendo en el mismo error al llegar a decir ahora a la ONU que “nadie debe entrometerse en la justicia” cuando si hubiera leído el texto del mencionado acuerdo, que él mismo firmó y que ha sido prorrogado cinco veces, claramente se indica que la CICIG debe ceñirse para la consecución de su mandato al ordenamiento constitucional guatemalteco.
Pero el presidente Morales no ha sido el único que ha cometido elementales errores que incluso, a pesar de haber sido advertido suficientemente, ha vuelto a repetir. Los diputados al Congreso también tienen lo suyo, como fue el mal hadado decreto legislativo por el cual propiciaba el imperio de la impunidad en nuestro país. ¿Por qué tantos diputados no midieron sus consecuencias antes de promulgarlo? ¿Son tan limitadas sus capacidades que trastocando el orden legislativo, muchos sin haberse enterado de lo que estaban haciendo, votaron en tiempo récord a favor del mismo, sin la discusión atinada y mesurada que la más elemental inteligencia recomienda? Fue tan evidente el maquiavélico plan que movió las acciones del Ejecutivo y del Legislativo, que nadie cree ahora sus explicaciones, mucho menos en sus promesas, por lo que irremediablemente tendrán que pagar las consecuencias de sus deleznables actos. No es cuestión política, todo cayó en la simple y elemental lógica.