Carlos Figueroa Ibarra

Escribo estas líneas en el contexto de la tragedia que hoy invade a México. El terremoto afectó cuatro entidades del país y la ciudad de México revive la tragedia y grandeza que pudimos ver en el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Treinta dos años después, la sociedad civil mexicana muestra su potencia para hacerle frente de manera autónoma a la adversidad. Y mientras escribo estas líneas, también veo las fotos y videos de la impresionante marcha del paro nacional en Guatemala del miércoles 20 de septiembre de 2017. Una enorme multitud ha avanzado por las calles de la capital y ha inundado la plaza central frente al Palacio Nacional.

Indudablemente una nueva subjetividad ciudadana ha nacido en Guatemala. Esta anida principalmente en las clases medias urbanas, pero se expandido a otros sectores sociales y dista mucho de restringirse a la capital del país. Esta subjetividad encarnada en esa manifestación multitudinaria, nació y es continuidad de lo que se manifestó después de que el 16 de abril de 2015, cuando la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), denunciara la red criminal cuya cúspide estaba en la Presidencia de la República. La nueva subjetividad ciudadana puede sintetizarse en una tolerancia cero a la corrupción, particularmente la de la clase política y la del Estado. Ni más ni menos. Esto fue lo que subestimaron las dirigencias de la mayoría de los partidos políticos y la inmensa mayoría (107 de 158) de los diputados de Guatemala. Con la mano en la cintura acordaron un pacto de impunidad con el presidente Jimmy Morales para salvarlo del antejuicio por el cargo de financiamiento ilícito de su partido. El pacto salvaba a Morales y a toda la clase política de cargos similares y sustituía por multas las penas de prisión de hasta por diez años. Y con ello creaba las condiciones para la libertad del montón de funcionarios que desde el 2015 se encuentran (en cuenta los entonces presidente Pérez Molina y vicepresidenta Baldetti) guardando prisión por corrupción.

Las dirigencias de la mayor parte de los partidos políticos en Guatemala, han cometido un gravísimo error histórico que la nueva subjetividad ciudadana no les perdonará. Antes de abril de 2015 la triquiñuela hubiese sido intranscendente. Hoy probablemente los condenará a una muerte política. Justo es decir que el nuevo momento político de Guatemala, expresión de la nueva subjetividad ciudadana, fue desencadenada por la acción independiente de la CICIG en 2015. La multitudinaria marcha de hoy, recoge la indignación surgida en 2015, que lamentablemente tuvo un desenlace en el espejismo de Jimmy Morales. Más allá de la geometría política, lo que hoy se demanda en muchas partes del mundo es la probidad. Y esta existe dentro y fuera de la clase política. El cerco al Congreso guatemalteco del 15 de septiembre, la demanda ciudadana de que los diputados renuncien, el que en medio del cerco vieran a la diputada Nineth Montenegro como única interlocutora, muestra que hoy en Guatemala, la honestidad tiene nombre de mujer.

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