Raymond J. Wennier
Mis hijos han nacido en un ambiente que les permite descubrir las cosas a su alrededor por medio del juego libre, simplemente por la curiosidad de qué es tal o cual cosa. La curiosidad es uno de los elementos para la creatividad. Vaya si no son creativos los niños. Esto es lo que muchos padres de familia pueden decir de su prole.
Llega el año de iniciar su educación en la escuela. El maestro ha decorado el aula, los futuros alumnos no participaron con ideas ni tampoco con su trabajo, no tuvieron oportunidad de demostrar su creatividad y cómo “trabajar” con sus compañeros para lograr la meta de darle sentido a unos papeles y cartones.
En cursillos para maestros, se habla de que el alumno es el centro del proceso educativo y de que las experiencias educativas deben ser activas e interactivas, relevantes y pertinentes, interesantes y significantes, multisensoriales e integradoras; además, de tener un hilo formativo que una todos esos elementos.
Lo que no mencionan en los cursillos, es cómo hacerlo, cómo ponerlos en práctica. Cómo se integran esos elementos a la planificación semanal del maestro, pero eso sí, el contenido se da en cantidad y para demostrar que los alumnos los hayan “aprendido”, pasan los exámenes para su verificación. Dentro de este modelo, Pablo Freire llama a los alumnos “Listening objects”, objetos que escuchan. Hay que chequear la lista de contenidos, dada en los cursillos para ver cuántos se usan realmente en clase. Encontramos que son dos los elementos que mandan, el maestro y el contenido, y en un tercer plano los alumnos, que deberían ir primero. Para lograr “buen rendimiento”, es el maestro quien tiene que hablar, dar conocimientos que los alumnos tienen que “aprender” por unas semanas mientras toman el examen de “verificación”. Esa pedagogía, Pablo Freire la llama “Stand-and-deliver”. El maestro se para enfrente de la clase y habla.
Las preguntas que lanzan los maestros a los alumnos no sólo son superficiales sino sugieren una respuesta única, de una palabra o una frase corta. Las actividades que los maestros les ponen a hacer, son únicamente para ocupar el tiempo sin mayor profundidad educadora. ¿Qué dice la planificación semanal? ¿Quién supervisa al maestro?
Los alumnos están sentados la mayor parte del día, no como antes, en movimiento, con propósito, descubriendo y haciendo cosas.
¡Decepción! A la mitad del primer grado el alumno ha dejado de esforzarse diciendo, entre otras razones, que estar en la escuela no es para él. Entonces, ¿cuál es la decisión que toma? No seguir, “deserción”.
Se sabe que en Estados Unidos, el 20% de los alumnos desertan de la escuela. Hay estudios que indican que la deserción de las escuelas está conectada al crimen organizado y a la encarcelación. Un alumno que deserta de la escuela, es ocho veces más probable que termine en prisión. Además, conforme menos educación tienen, más probable es que retornen a la cárcel por otras actividades delictivas. Otro estudio indica que el 75% de prisioneros son “desertores” y que la autoconfianza para aprender es casi inexistente. ¿Tiene Guatemala un estudio semejante?
Los maestros tienen que utilizar tiempo para repensar qué hacen y cómo lo hacen en el aula. El éxito o el fracaso no es cuestión sólo de los alumnos.