Si el financiamiento electoral ilícito era el pecado original de la democracia guatemalteca, dejó de serlo ayer cuando los diputados modificaron la legislación para consagrarlo como algo legal, permitido y hasta agradecido por la sucia clase política que tenemos. En el colmo del descaro, sin siquiera guardar apariencias para que fuera otro el ponente, el mismo diputado Orlando Blanco, antejuiciado por ese delito, firmó la iniciativa que lo exonera a él, a Jimmy Morales y a todos los que recibieron dinero sucio en las pasadas campañas electorales y dejan abierta la puerta para que la nuestra siga siendo, con todas las de ley, una pistocracia en la que decide el dinero porque el voto de la gente es apenas un adorno.

Esto es algo así como que el Nuncio de Su Santidad propusiera al Papa Francisco que hay que eliminar los 10 Mandamientos para que los católicos podamos vivir con menos sobresaltos y sin esa jodedera de tener que andar confesando nuestras faltas, haciendo penitencias y mostrar arrepentimiento. Estamos en tiempos de “viva la pepa” y aquí el crimen no sólo no se castiga, sino que además se estimula legalmente para que el país siga siendo la cloaca en que lo convirtieron nuestros políticos y sus financistas, no sólo los narcos que les compran casas, sino también los honorables que les compran la conciencia para que les dejen seguir ordeñando la vaca que desde los tiempos de Barrios les ha permitido amasar enormes fortunas.

El país tiene que estar hoy avergonzado por la calaña de gente que lo dirige, quienes actúan sin rubor ni vergüenza confiados de que el pueblo mantendrá su sangre de horchata ahora que, en verdad, llegó la hora de los reatazos porque no hay otra forma de ponerle fin al festín de tanto pícaro y sinvergüenza que se pavonea con descaro.

Recuerden señores quiénes fueron los que en el 2015, cuando decíamos que “en estas condiciones no queremos elecciones” apelaron a la institucionalidad que, finalmente, encumbró a Jimmy Morales y a la caterva de diputados que hoy tenemos. Son los mismos que ahora dicen que la CICIG vino a hacer daño y que acabó con la presunción de inocencia. Son los mismos que han financiado a los políticos y los tienen comiendo en su mano y son los que ahora envalentonaron al Presidente para que vaya con todo para acabar con la lucha contra la corrupción.

Quitaron el pecado original pero, si hay justicia divina, el mismo será restablecido, obviamente, cuando este pueblo se harte de tanto vividor.

 

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