Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

No estoy hablando de la que se está organizando en las turbulentas aguas de nuestro caribeño Congreso y las apresuradas ráfagas del Ministerio de Finanzas para ponerle punto final a la lucha contra la corrupción, sino a la forma en que los medios norteamericanos describieron al Huracán Irma que hizo estragos, literalmente hablando, a lo largo y ancho del Estado de Florida en los Estados Unidos, dejando una estela de destrucción y daños que, sin embargo, hasta el momento no reporta ninguna pérdida de vidas humanas a pesar de la potencia impresionante del fenómeno.

Tengo abundantes amigos en el sitio donde el huracán pegó con fuerza a eso del mediodía de ayer. En 1983 conocí Marco Island, un bello lugar en la costa del Golfo de México y a lo largo de tantos años he llegado a tener maravillosas amistades por lo que desde el sábado, cuando el meteoro empezó a desviarse más hacia el Oeste, me fui comunicando con casi todos ellos y pude ver que la inmensa mayoría había atendido la orden de evacuación y, en algunos casos, se encontraban con el problema de que por mucho que subieran al norte de Florida, no encontraban sitios para hospedarse y asustaban las noticias sobre lo que sucedería también en esas latitudes.

Los pocos que se quedaron en la isla se refugiaron en edificios y lugares altos para no sufrir las consecuencias de la anunciada inundación completa. La forma en que, según me cuentan, la policía recorrió todas las calles para forzar a los habitantes a evacuar fue impresionante, y el resultado es que a pesar de la fuerza de la tormenta, no hubo desgracias que lamentar.

Justo cuando el ojo del huracán pasó sobre la isla llamé a uno de mis mejores amigos, quien permaneció allí, y me dijo que la fuerza había sido impresionante. Él había tenido la experiencia, hace unos diez años, del Huracán Wilma que también pasó en esa misma región, pero según me dice no hay punto de comparación entre uno y otro fenómeno porque la fuerza del de ayer fue en verdad impresionante al hacer impacto como un huracán de categoría 3.

No se pueden hacer comparaciones en materia de capacidad para prevención entre Estados Unidos y Guatemala y mucho menos si hablamos de nuestro mayor riesgo que es el de un terremoto de gran magnitud, pero siempre he insistido que aquí la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres tendría que tener un sistema que aproveche las facilidades de comunicación que da la telefonía celular para que, con la cooperación de las telefónicas, se pueda mantener informada a la población vía mensajes de texto.

Eso funcionó a la perfección en Estados Unidos puesto que si bien se sabía que el huracán llegaría a Florida, las previsiones eran que pegaría en Miami y se dispuso de poco tiempo para informar a la gente de la costa Oeste, la del Golfo, del cambio de ruta y la calidad de riesgos. Allá funcionan muchísimas empresas telefónicas y todas ayudan, todas cooperan con la FEMA, el “equivalente” (es solo un decir) de Conred para mantener alerta a la población. Ojalá aquí avancen algo con eso.

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