Adolfo Mazariegos

La mañana del viernes recién pasado escuché y leí, en distintos medios, la respuesta con la que el Vicepresidente de la República se refirió a la situación por la que atraviesan miles de jóvenes guatemaltecos que se verán afectados por el cese -en seis meses- del Programa de Acción Diferida para quienes llegaron en la infancia a Estados Unidos (DACA). Permítame decirle, señor Vicepresidente, con el respeto que su investidura merece, que lo expresado por usted no solo me parece un comentario de mal gusto, sino que hace que me cuestione si no será que de pronto estamos viviendo en países diferentes y alejados uno del otro, (tal vez en ello esté la explicación). Eso de que los guatemaltecos se van porque quieren, ciertamente no deja de tener cierta veracidad, pero solamente en virtud de que tomar esas decisiones es un asunto personal. No obstante, si eso es verdad, también es verdad que si han querido dejar su país -en la mayoría de los casos- es porque no tienen alternativa, una que les permita dar a sus familias mejor calidad de vida, comida en su mesa, techo digno, acceso a salud, seguridad en las calles, educación de calidad… Me sorprende (aunque tal vez no debiera) que alguien que ha estado vinculado con el campo de la educación -superior-, se exprese con tanta ligereza acerca de un tema que implica el hecho de que muchas carreras de jóvenes guatemaltecos en Estados Unidos, probablemente brillantes, pueden verse truncadas dentro de muy poco tiempo. La decisión de suspender ese programa, ciertamente, no compete ni depende de nadie más que las autoridades estadounidenses, y en tal sentido, poco o nada es lo que puede hacerse, pero, ¿cómo y mediante qué programas se hará esa «reinstalación» de la que usted habló si eventualmente estos jóvenes son deportados?; ¿qué tipo de atención y asistencia se les brindará si muchos ya casi ni pueden hablar español?; ¿qué oportunidades laborales o de estudio se les brindará si ni siquiera quienes están aquí las tienen?… Esa gente que se ha ido «porque ha querido» lo ha hecho buscando justamente las oportunidades que una larga sucesión de gobiernos, incluido el actual, del cual usted forma parte, no han tenido la capacidad de brindarles ni han demostrado verdadera voluntad de implementar acciones que cambien esa nefasta dinámica. Estar fuera de la tierra natal no es fácil, señor Vicepresidente, más allá de las distintas y mejores oportunidades que puedan existir en otros lugares, me consta que se trabaja duro, se lucha y se sufre lejos del terruño, lejos de la familia, lejos de gente y lugares que se conocen y se aprecian, lejos de tantas cosas que ahora sería ocioso enumerar. Los guatemaltecos no solo se van porque quieren, sino porque no les queda de otra… Y como corolario, le recuerdo que los guatemaltecos en el extranjero contribuyen al país con una suma anual (más de US $7,000 millones en 2016, según el Banguat) sin la cual las finanzas del Estado se verían en serios aprietos.

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