Tanto el debate como el diálogo demandan apertura para escuchar los argumentos de la contraparte, disposición a evaluarlos con plena lógica, así como mínimos de talento y preparación para que sea productivo. Hay ocasiones, y lo puede atestiguar hoy cualquier radioescucha, en las que cuando al expresar opiniones no basta el sesgo o el criterio ideológico sino que debe haber mínimos de inteligencia y cuando estos no existen, aparte de que cuando pudieran existir son ahuyentados por el fanatismo, el ejercicio termina siendo pérdida de tiempo.

Guatemala es un país en el que hace falta mayor ejercicio de diálogo con tolerancia y respeto porque desde siempre hemos sido una sociedad muy confrontada. En el siglo XIX el pleito fue entre Conservadores y Liberales y sembró profundas diferencias aún entre familias sin que se percataran de que lo que los dividía era realmente superfluo. Hasta se decía que la diferencia entre Conservadores y Liberales es que unos iban a misa de 12 para que todos los vieran y otros a misa de 7 para pasar inadvertidos.

Bajo las grandes dictaduras “liberales” del siglo XX se borraron esas distancias porque en una u otra medida, todos paraban asistiendo fielmente al besamanos, mostrando una actitud social abyecta de sumisión ante la tiranía. Ya en la época de Ubico se veían desfilar por nuestras calles a los simpatizantes del Nazismo y con el tiempo fue cobrando fuerza la simpatía por las fuerzas aliadas que luchaban en nombre de la democracia, aunque entre ellas estaba ya la Unión Soviética de Stalin. No se puede olvidar que al ser derrocado Ubico y abandonar Guatemala ofreció un último consejo diciendo al pueblo: “Cuídense de los comunistas y de los cachurecos”.

Y fue tras el gobierno de Ubico cuando se vivió por un breve tiempo el período de mayor concordia política del país cuando prácticamente todo el pueblo cerró filas tras el movimiento del 20 de Octubre, pero pronto aquellos cachurecos empezaron a ver comunistas hasta en la sopa y empezó a forjarse el clima que exacerbó la intervención extranjera en 1954. Nuestros momentos de diálogo real y acuerdos han sido breves, como breve fue la primavera del 2015 cuando todos cerramos filas contra la corrupción, hasta que empezaron a caer los amigos y eso ya pareció demasiado atrevimiento de entidades como la CICIG y el MP, arrancando una nueva etapa de intolerancia y rechazo, carente de argumentos, basado únicamente en la hábil explotación de esas radicales tendencias que prevalecen en una sociedad con muy limitada cultura política, punto en el que ahora nos encontramos.

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