Juan José Narciso Chúa
La actual coyuntura ha mostrado una faceta más evidente de una realidad política que nos golpea, nos hunde más y nos aleja de los cambios hacia la modernidad. Lo más notorio del craso error del presidente Morales, ha sido constatar que asumió sin ninguna experiencia, pero lo peor, que el tiempo no ha podido hacerlo comprender de su verdadero papel, pero también ha mostrado su esencia que lo dibuja con claridad hoy de espaldas al pueblo que le otorgó un mandato, y lo alinea de cara a los grupos más conservadores –aquellos que no quieren ningún cambio–, así como lo asocia peligrosamente con auténticos grupos delictivos, quienes al final resultan ser de su propia raigambre.
Esta realidad tiene un enorme precio para nuestra sociedad, para el pueblo cuando se ve de nuevo traicionado por aquel presidente quien debería ser su máximo representante, quien se voltea sin ningún miramiento y enfoca su camino hacia los sectores más oscuros de la sociedad. En su esfuerzo por recuperar capital político, el presidente Morales, después de lanzarse al vacío, con una decisión que fue apremiada más por consideraciones personales que estratégicas, ha buscado a personajes reconocidos por su opacidad –alcaldes–, por su conservadurismo y por su deseo evidente de seguir con una CICIG que se dedique a otras cosas –como el narcotráfico y la delincuencia organizada–, pero alejada de uno de los males más endémicos que sufre nuestra sociedad, la corrupción.
Los grupos conservadores y delincuenciales no ven con buenos ojos al comisionado Iván Velásquez y a la fiscal general Thelma Aldana, pues al final abrieron la podredumbre que encerraba la corrupción y emergieron los peores males de la humanidad, el destape de una auténtica “caja de Pandora”, que hoy los tiene incómodos, pues ha llevado a procesos, juicios y cárcel a personas (funcionarios y empresarios) que se arropaban por el mecanismo de la corrupción y se amparaban en la impunidad.
El desenvolvimiento de los hechos ha venido siendo contrario a lo planificado por el Presidente y sus asesores. Primero, no le fue bien en New York con el Secretario General de Naciones Unidas; segundo, la declaración de non grato levantó una serie de protestas legítimas y multitudinarias en contra de dicha decisión, así como renuncias de su propio Gabinete que actuaron con dignidad (Cancillería, Salud, un comisionado y COPREDEH); la cual se revirtió por parte de la Corte de Constitucionalidad, en una tercera fase. A estas alturas poco le quedaba al Presidente. Ante ello justamente inició un proceso de convocatorias buscando aliados y alianzas frágiles, pero que le otorgaban lo que él quiere escuchar, “sus decisiones han sido correctas Presidente”, señalan; “existe un abuso por parte de ese señor”, protestan; “es necesario evitar que nos afecten nuestra soberanía”, se desgañitan mientras se rasgan las vestiduras.
El Presidente, equivocadamente, consiguió lo contrario de la unidad, pues dividió a la sociedad, al pueblo, al soberano. Aquellos pocos que hablan de la continuidad de la CICIG y de la institucionalidad, son los que no se atreven a decir que quieren fuera al actual Comisionado, para luego dar otro golpe a la CICIG modificando su mandato. Luego vendría el cambio de la Fiscal General, para así concluir con su gris y limitado mandato, alineándose a favor de la corrupción y la impunidad, con los grupos más oscuros que no buscan más que regresar a su idílico tiempo de cuando reinaban enriqueciéndose alrededor del patrimonio del Estado y amparados por un sistema de justicia ad hoc.
La Corte Suprema de Justicia hoy ha hecho también su trabajo –la cuarta fase–, el mensaje detrás de aprobar el trámite de antejuicio es decirle a la sociedad, no queremos volver atrás sino continuar y profundizar la lucha contra la corrupción y la impunidad, construyendo un Estado de derecho democrático, los magistrados sí le dan la cara al pueblo y buscan caminar con él. Ahora viene el turno del Congreso de la República –una quinta fase–, otro de los poderes del Estado, aquel que se encuentra altamente contaminado y desprestigiado por el ejercicio de sus propias acciones, que, en general, están de espaldas al soberano, aquellos que no se consideran representantes del pueblo, sino al contrario, son sujetos independientes.
La sociedad sigue expectante, esperando que un golpe de decencia se apodere del hemiciclo e inunde con fuerza este espacio para que ellos también, en lugar de voltearse en contra del pueblo y sus ciudadanos, se acerquen a ellos, se entrelacen hombro con hombro para construir una sociedad distinta. Sin embargo, la realidad para todos es reconocer un parlamento falto de honradez, contrario a ser fuente de cambios, sino al contrario, mantenimiento del sistema y carente de legitimidad.
Un elemento podría cambiar esta condición –una potencial sexta fase–. La renuncia del Presidente de la República para justamente reconocer la trascendencia de su enorme error y propiciar la oxigenación del sistema político, aun sabiendo que las cosas están en contra de él, pero un acto de decencia tardía, le situaría en otro sitial de la historia, esta que hoy, lo condena para siempre.