Adolfo Mazariegos
He tenido la fortuna y el honor de ejercer la docencia universitaria desde hace varios años. Y en los cursos que he impartido puedo decir que he podido compartir con estudiantes de todo tipo (lo digo con todo respeto). Los ha habido desde los proactivos y los que suelen preguntar y comentar los contenidos para sacar sus propias conclusiones, hasta los que evidencian el deseo de que la clase termine pronto para poder emprender una veloz retirada rumbo a sus particulares destinos, -no los juzgo. Sin embargo, en el presente semestre, comparto con un grupo de poco más de cincuenta jóvenes (entre hombres y mujeres) que por diversas razones no han dejado de sorprenderme desde el inicio. Y en ese sentido, como suele decirse haciendo honor a la verdad, justo es reconocer las cosas buenas: el jueves de la semana recién pasada, a pocos minutos de haber empezado la clase, un pequeño grupo me preguntó si podíamos utilizar parte del horario del curso para hacer un breve análisis, a manera de discusión, acerca de la coyuntura que vive el país y de los efectos que, dadas las circunstancias, podría tener en el futuro inmediato. He de reconocer que, a pesar de que en semestres anteriores he compartido con estupendos y destacados estudiantes, esta fue la primera vez en que una solicitud tan formal y tan trascendental me fue planteada, a pesar de que el tema no era exactamente parte de los contenidos que se supone debemos abordar. De tal suerte, al día siguiente nos tomamos el tiempo necesario para hablar del asunto y discutir los distintos puntos de vista que cada uno fue formulando, opinando al respecto y planteando inquietudes relacionadas a los posibles escenarios y efectos que quizá vivan los guatemaltecos en los próximos días, y que, muy probablemente, formarán parte de la cotidianidad con la que usualmente nos topamos casi sin percatarnos. Me sentí sumamente motivado por la iniciativa (que no fue mía, lo reitero), en virtud de que, más allá de lo que podíamos conversar, discutir o analizar en conjunto, los y las estudiantes pusieron de manifiesto su interés por hablar de una realidad tan actual como importante para el país, lo cual resulta de gran valor dado que serán ellos, la juventud de hoy, quienes estarán al frente del país el día de mañana, algo que sucederá tal vez más rápido de lo que podamos imaginar. El involucramiento de la juventud en la búsqueda de soluciones es sumamente importante; la participación ciudadana en los procesos político-sociales de un Estado son fundamentales; y un país cuya mayoría es gente joven, no puede -ni debe- esperar a que “los demás” tomen siempre las decisiones que tal vez afectarán de alguna manera el resto de sus vidas. Por ello, desde este espacio, mi reconocimiento a esos estudiantes que son parte de la juventud que pronto dirigirá este país y que tiene iniciativas en función del diálogo, la discusión y la búsqueda de soluciones. ¡Enhorabuena por ello!