Eduardo Blandón
Crispación, angustia y desesperación es lo que debe sentir el señor Presidente al verse copado y contra las cuerdas por la siempre incómoda CICIG. Un temor peligroso que lo vuelve indescifrable al no saber qué hacer. Solo así se puede interpretar la fecundidad de errores que a diario comete para hundirse más, sin que apenas lo sepa, en el fango.
Jimmy es una fiera peligrosa dispuesta a hacer lo que sea para salvar su pellejo. Ya gemía con desesperación al ver la libertad de su hijo y hermano comprometida, pero ahora la angustia ha tocado sus huesos, siente frío en su piel y avizora un final que no le gusta. Por si fuera poco, sus consejeros le dibujan un apocalipsis funesto, una visión siniestra que lo representa algo así como un despojo humano. Hundido él, su familia y amigos.
“Está en sus manos, le dicen sus sabios, corregir el peligroso camino en el que le hacen transitar los enemigos de la democracia. Solo usted puede reorientar la historia. Señor Presidente, debe evitar la tragedia por el que llevan al país esas fuerzas oscuras, codiciosas, malévolas y llenas de inquina, odio y perversidad”.
“Ya hemos hecho un análisis pormenorizado de los distintos escenarios posibles si deja a la CICIG en su actuar altanero. Y créanos señor Presidente, no hay buenos augurios para usted. La infamia del Comisionado es de amplio espectro y va por usted, su hermano, su hijo y nosotros. No hay cabeza que se salve porque Velásquez le tiene un odio visceral. Y no desistirá a menos que se lo impida”.
Envalentonado y miedoso, empujado por sus cercanos, con una actitud producto de la insensatez, el narcisismo y la inocencia, ha decidido poner al país en un Estado peligroso de ingobernabilidad. Le tiemblan las piernas, pero se siente audaz acuerpado por las mafias. No ignora que el apoyo conquistado es frágil, conoce su costo, pero ha decidido no dar marcha atrás. Es tan dantesca la visión alterna, que prefiere hundirse con todos.
Es peligrosa la situación en la que estamos. El Presidente es una bestia herida y hay que saber cómo llamarlo a la cordura. El desenlace es impredecible y los costos pueden ser elevados. Ojalá que no se trate sino de una ridícula ficción o una ensoñación ociosa. Guatemala se merece en la historia, un final feliz.