Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Ayer el Presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo Gonzalo de Villa, emitió un comunicado en el que expresa la profunda indignación de todos los obispos por las acusaciones “esparcidas impunemente” por un diario vespertino contra el Nuncio. En primer lugar De Villa sabe que el único diario vespertino es La Hora, a la que no llama por su nombre sino que recurre a un estilo que me parece más propio del Opus Dei que de alguno de los jesuitas formados bajo la iluminada dirección del Padre Arrupe.
La Hora llamó insistentemente a la Nunciatura para conocer su versión de los hechos relacionados con la forma en que se produjo la reunión con empresarios a la que llegó el Presidente Jimmy Morales. Invitados a la reunión nos hicieron ver que fueron convocados para “tratar temas del país” y supieron de la llegada del mandatario cuando ya estaban en la Nunciatura, en lo que alguno de ellos, que compartió la información con nosotros, sintió que era una encerrona. Todas las llamadas al Nuncio quedaron sin responder y en la Nunciatura, después de numerosos intentos por obtener alguna información, al final dijeron al reportero que era un asunto privado y que no tenían nada que comentar.
Esa es la historia atrás de las “acusaciones esparcidas impunemente” por La Hora. No son tan impunes porque ya, por lo visto, recibimos el castigo de la alta jerarquía eclesiástica de Guatemala que, además, anuncia un proceso por difamación por criticar la intocable figura del Nuncio que se negó a aprovechar el espacio que se le ofrecía para explicar lo que había ocurrido.
Al obispo De Villa le he tratado poco pero me impresionó que una de las primeras oportunidades en que nos encontramos, precisamente en la Casa de Reconciliación en tiempos de monseñor Quezada Toruño, me mostró frente a Carlos Escobar Armas su gran hostilidad, misma que explicó porque, según él, cualquier publicación que se hiciera sobre los casos de abusos sexuales de los sacerdotes o religiosos era producto de un amarillismo para atacar a la Iglesia Católica. Por esos días habíamos publicado un reportaje sobre el tema, señalando que era importante que las autoridades eclesiásticas investigaran en vez de apañar a los curas abusadores, como había ocurrido en la Arquidiócesis de Boston y fue justamente esa mi respuesta ante la crítica que hacía quien en ese tiempo no era aún prelado.
Ese punto de vista era también el del Papa Juan Pablo II, quien sostenía que las noticias eran inventos para dañar a la Iglesia y por ello protegió en El Vaticano a varios de los jerarcas que, a su vez, habían apañado a tanto cura abusador como luego se probó legalmente en diversos lugares del mundo. El Papa Francisco enmendó la plana pidiendo perdón.
Al Nuncio no le hicimos ninguna acusación infundada porque fuentes responsables nos dijeron lo que había ocurrido y cuando le llamamos para que diera su versión nos mandó al chorizo tranquilamente. La reunión fue para explicar a los empresarios la decisión de declarar persona non grata a Iván Velásquez, en lo que es un intento por frenar la lucha contra la corrupción y si así no lo entiende el diplomático, que mal por su corto entendimiento, y por ello dijimos que esa actitud choca con lo que el Papa Francisco tiene sobre la corrupción.