Sandra Xinico Batz

Era el 09 de agosto de 2010. Se tomaba la Usac por segunda vez en el año y en el primer día de cierre la AUE (presidida en ese entonces por Roberto Muñoz) intenta abrirla a la fuerza. Atacan a los estudiantes de EPA (Estudiantes por la Autonomía) y se da un enfrentamiento. La AEU no logra entrar al campus y se mantiene la toma de la Universidad.

Se acercaban elecciones. Se consumiría la reforma a la Ley Orgánica promovida por los 13 docentes de Agronomía: Adalberto Rodríguez, Alfredo Itzep, Vicente Martínez, Lily Gutiérrez, Marvin Salguero, Marino Barrientos, Roderico Estrada, Edgar Franco, José Prado, Pedro Peláez, Marco Estrada, Ariel Ortiz y Tomás Padilla. Quienes desde el 2008 junto a Adrián Zapata Romero (que en el 2013 fue nombrado Comisionado Presidencial para el Desarrollo Rural Integral en el gobierno de Otto Pérez Molina) venían gestando una inconstitucionalidad que fue declarada sin lugar por el Congreso de la República, pero aceptada por la Corte de Constitucionalidad en abril de 2010.

Frente a esta situación, Estudiantes por la Autonomía (EPA) manifestaban en un comunicado de fecha 11 de agosto de 2010: “Que ante tal aberración jurídica, que elimina el derecho de los estudiantes universitarios a elegir los Vocales I y II de las Juntas Directivas Facultativas y prepara el camino para la privatización de la Usac, los Estudiantes por la Autonomía (EPA), decididos a luchar por la AUTONOMÍA UNIVERSITARIA y ante la complicidad del Consejo Superior Universitario (CSU), que aceptó mansamente la decisión inconstitucional de la Corte de Constitucionalidad, el 27 de abril de este año decidimos tomar las instalaciones de la Ciudad Universitaria para hacer que el CSU cumpla con uno de sus más importantes mandatos: velar porque se respete y se cumpla la AUTONOMÍA UNIVERSITARIA”.

Transcurrían los primeros días de la toma de la Universidad. Decenas de estudiantes y trabajadores se aglomeraban en las entradas cada mañana para saber lo que ocurriría y para informarse de la situación. Nuestros teléfonos no dejaban de sonar, entre llamadas de periodistas que querían saber cuándo abriríamos el campus, hasta las llamadas diarias de nuestros padres para saber si nos encontrábamos bien y sobre todo si estábamos vivos.

La tensión aumentaba cuando anochecía. Mantener en vigilancia un espacio tan grande como el campus central parecía una tarea titánica. Cada día había una nueva historia que contar, entre personas que intentaban meterse a escondidas hasta movimientos extraños que terminaron siendo una persona que se fugaba con una maleta durante la noche y a quien no logramos detener, luego de que se brincara uno de los muros y desapareciera.

La primera semana transcurría y estudiantes del Centro Universitario Metropolitano (CUM) y del Centro Universitario de Occidente (CUNOC) empezaban a organizarse también para tomar sus centros. Los pasamontañas que cubrían nuestros rostros los primeros días empiezan a quedarse a un lado para dejar al descubierto nuestra identidad porque además de voz las y los estudiantes teníamos rostros y nombres que estábamos dispuestas y dispuestos a que se conocieran.

Artículo anterior“Mein Kampf” por Jimmy Morales
Artículo siguiente¿Cómo nos vemos ante el mundo?