Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Siendo parte de una sociedad en la que la corrupción se volvió la carretera hacia la prosperidad, al punto que el mismo presidente del país, Jimmy Morales, le dijera a Jorge Ramos que esta es normal y que así debía entenderse, es también normal entender que a mucha gente le genere temor que sus actos puedan tener una consecuencia y que el curso de las investigaciones que iniciaron en 2015 (y que todavía deben faltar varias por salir), les genere inquietud.

Yo he sido uno de quienes han pedido que la lucha contra la corrupción se expanda, y que sean más los que deban rendir cuentas ante la justicia porque lo mismo es un ladrón de derecha que uno de izquierda, un ladrón pelado que uno de “pedigrí”, pero de eso a que se hagan esfuerzos para tirar la lucha a la basura, hay un trecho muy grande y muchos principios de por medio.

Hoy, Morales, El Taquero, alguna parte de los empresarios organizados y los de la vieja guardia, Joviel Acevedo, los alcaldes (con Arzú y Escobar a la cabeza), los gobernadores, la Corte de Stalling, los diputados que arroparán a Morales y muchos que no desean sentir el peso de la justicia, repiten que apoyan la lucha contra la corrupción, pero con demasiadas condicionantes/excusas, lo que se traduce que no la apoyan en realidad porque simplemente nos volvimos una sociedad con prácticas tan corruptas que, además, vemos tan normales, que es mejor “olvidar” el tema.

Y se puede saltar a esa conclusión porque, si usted se fija con detenimiento, no dicen nada al respecto del sistema en general que es lo que permite que haya una corrupción rampante. La discusión se queda en los niveles más bajos que puede tener una sociedad, y se ha visto en los últimos temas que han generado controversia, como la reforma al sector justicia y ahora el fallido intento por expulsar a Iván Velásquez. Es un debate vacío y quienes se oponen al cambio se apoyan en argumentos tan burdos como que buscar la honestidad frena la economía.

He dicho en el pasado que sin un cambio de reglas, esta lucha contra la corrupción y la impunidad es como la lucha contra el narcotráfico, pues caen los capos pero los sapos de abajo suben a llenar los espacios y el negocio sigue operando con total normalidad y eso es lo que nos ha pasado a la fecha.

Y claro, personas como Álvaro Arzú y Javier Hernández (a quien le cuesta leer lo que le escriben) nos quieren hacer ver que eso del “cambio del sistema” es el infierno y necesitan recurrir a ese miedo para que usted se crea su patraña, con el afán que las reglas que les han permitido pasar de zope a gavilán sigan vigentes para las generaciones que vienen. Necesitan un sistema tan podrido como este para seguir siendo amos y señores.

Guatemala vive un momento como nunca antes en su historia y si nos queremos sumir en la división, la confrontación carente de un debate de altura, debemos de saber que el resultado será desastroso porque el país reventará en mil pedazos.

Hoy más que nunca los que deseamos cambios en virtud de que entendemos que este modelo no tiene viabilidad porque no le ofrece a todos los niños las mismas oportunidades (sin importar si son de la capital o del municipio más abandonado del país), tenemos que cerrar filas para luchar contra la corrupción mediante más investigaciones, pero sobre todo con un cambio de sistema que derribe el muro de impunidad (muro que por cierto, se genera en tribunales y por eso la mejor defensa es entrampar los casos hasta que llegue el juez “idóneo”).

Quien hoy no hable del sistema de justicia, del sistema de compras, del sistema de rendición de cuentas, del sistema de salud, del sistema de educación, del sistema de partidos políticos y de su monopolio para llevar gente al Congreso, en realidad no quiere cambios y solo desea volver al pasado.

No puede ser que quienes tienen sus mejores argumentos en exacerbar el tema ideológico y la lucha de clases vayan a terminar, una vez más, definiendo el rumbo de este país. Combatir la corrupción pasa por cambiar las reglas del sistema, que tendrá su referéndum con el antejuicio a Morales porque haga lo que haga el Congreso, lo hará con miras de preservar el sistema, es decir, su gallina de los huevos de oro.

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