Edith González
Cumpliendo con la tradición el fin de semana asistimos con mi familia al Hipódromo del Norte, en donde desde hace más de dos siglos se lleva a cabo la feria de la ciudad de Guatemala, la que ha ido sufriendo cambios de acuerdo a las necesidades de espacio y de la población.
Y que según refieren los historiadores al inicio se cuenta que era un lugar de trueque y venta de animales de crianza, cerdos, vacas, gallinas y otros, además de la venta de los dulces típicos, como la chancaca, manías, los rosarios de tuza y azúcar y, por supuesto, los platillos típicos como el pepián, el chojín, los chiles rellenos y otros.
Así como la venta de artesanías que iban desde vajillas de barro hasta comales.
Poco a poco se fue perdiendo la venta de animales para ganar espacio para las viviendas y quizás también por la suciedad que estos provocaban y su espacio fue ocupado por los juegos mecánicos despertando el interés de los visitantes.
A mediados del siglo pasado las ventas de plataninas y dulces típicos en la puerta de la iglesia de la Asunción, en donde se venera a la patrona de la ciudad eran pocas. Pero la feria contaba para entonces con salones de baile, e incluso con atracciones como la mujer serpiente. Ya a finales del siglo estas atracciones habían desaparecido como las ventas de artesanías, los trastecitos de barro, los pitos y los trajes típicos, ocupando su puesto las emisoras de radio con transmisiones de grupos musicales en vivo y las ventas de palanganas, y otros plásticos.
Por entonces se conformó una Cofradía de la Virgen de la Asunción que decidió sacarla en procesión a recorrer las calles cercanas. Hoy la misma llega hasta la Catedral Metropolitana, las ventas rodean toda la calle y el tráfico ha sido desviado, la feria inicia en la cuchilla que une la 7ª. avenida con la Simeón Cañas.
Ahora tiene un horario, las ventas están ordenadas y los comedores venden garnachas, también hubo elotes locos, manzanas con caramelo, algodones de azúcar y no faltaron el tiro al blanco y la lotería, también tuvimos la pesca y el tiro a la canasta, con abundantes premios consistentes en peluches.
El orden y la seguridad privó en todo momento, la Policía Municipal estuvo allí, para atender a los visitantes quienes, además, pudieron dejar parqueado su vehículo contando con seguridad y de manera gratuita.
Por supuesto que recordamos a Carlos Bailón “el cronista de las ferias”, quien siempre nos decía: “cada quien habla de la feria según le va”.
Y como discutimos con la cocinera decidimos almorzar en la feria, un rico caldo de gallina, mientras ella hace su berrinche y amenaza con irse y dejarnos. Lo que por supuesto no nos preocupa, pues cocineras hay y a esta parece que ya se le subieron los humos. Ahora sale con que escuchó por allí que vamos a despedir al jardinero y por eso nos dijo que si lo hacemos ella renuncia, porque sola no se puede quedar. Y por supuesto ha armado un revuelo en el barrio que ni para qué.
Lo que en verdad a mí sí me interesa es saber por qué el Jimmy se va de viaje y no me informa qué va hacer. ¡Y otra vez no me llevó!