Carlos Figueroa Ibarra
En 1956 el movimiento comunista internacional veía con optimismo la situación mundial. La Segunda Guerra Mundial había terminado con una derrota del fascismo y la Unión Soviética emergía como una potencia que convertía al mundo en bipolar. La expansión del ejército soviético había favorecido la instauración de regímenes prosoviéticos y ubicados en el campo del socialismo real. En 1949 triunfaba en China una revolución socialista y diversos movimientos de liberación nacional surgían en Asia y África. En Vietnam los comunistas dirigían un movimiento de liberación nacional que terminó derrotando a los franceses en Dien Bien Phu en 1954. En 1960 Nikita Jruschov predecía que en 1980 el PIB soviético superaría al estadounidense y la URSS estaría transitando del socialismo al comunismo. Las clases obreras de Europa Occidental estaban organizadas en poderosos sindicatos en el marco del Estado de Bienestar.
El mundo parecía seguir la ruta señalada por la Revolución bolchevique de 1917 y muchos pensaron que se estaba en un largo tránsito hacia la desaparición del capitalismo. Fue en ese contexto que en julio de 1956 Mao Zedong dijo lo siguiente: “En la actualidad, el imperialismo norteamericano exhibe una gran fuerza, pero en realidad no la tiene. Políticamente es muy débil, porque está divorciado de las grandes masas populares y no agrada a nadie; tampoco agrada al pueblo norteamericano. Aparentemente es muy poderoso, pero en realidad no tiene nada de temible: Es un tigre de papel. Mirado por fuera parece un tigre, pero está hecho de papel y no aguanta un golpe de viento y lluvia. Pienso que Estados Unidos no es más que un tigre de papel”.
Que Mao expresara esto en aquel momento ya era discutible. Pero que hoy cuando ese mundo de las décadas anteriores a la de los ochenta del siglo XX ha desaparecido, minimizar la ofensiva imperial de Washington simplemente parece un despropósito. Por ello resulta sorprendente que en el contexto de la crisis en Venezuela, los intelectuales de izquierda que son críticos de la revolución bolivariana ignoren la ofensiva imperialista en sus análisis de los acontecimientos en dicho país. O bien que expresen que hay una exageración del papel de la Casa Blanca en dichos acontecimientos. Por muchos errores de conducción política y económica que haya cometido la Revolución Bolivariana es imposible ignorar que la oposición venezolana está apuntalada por los intereses estadounidenses en la región. Venezuela probablemente tenga una de las reservas petroleras más grandes del mundo, en todo caso la reserva petrolera más grande y cercana a los Estados Unidos de América. Sus reservas en oro equivalen a 39 veces el PIB de Alemania y son notables sus recursos naturales entre ellos el agua y diversos minerales. Entre ellos el Coltán, en tanto que Venezuela es uno de los siete países con reservas del mismo.
La intelectualidad crítica de izquierda arguye que mencionar la conspiración imperialista contra el chavismo es una suerte de ideologización que oscurece sus errores. Si esto es cierto, verdad es también que el imperialismo no es ningún tigre de papel.