Alfredo Saavedra

Desde Canadá.- Un médico neurocirujano mató a golpes a su esposa, una prestigiosa doctora en medicina también, en un arrebato de ira tras una discusión entre ambos, luego del procedimiento de divorcio que la señora llevaba adelante en términos legales. El cuerpo de la señora fue encontrado en una valija, bajo de un puente en el este de la ciudad de Toronto. Según el informe del forense el cadáver presentaba trauma y evidencia de haber sido estrangulada.

El hecho causó conmoción en el público, pues se trata de dos prominentes profesionales cuyos pacientes y amigos de la pareja han sido perturbados por tan trágica circunstancia que deja en la orfandad a dos niños, pues el padre enfrenta una larga condena en prisión y de la madre ya se sabe su trágico final.

No es aislado el hecho descrito, pues con frecuencia los medios de comunicación informan de situaciones que si no de tan siniestras consecuencias como el caso relatado, si de situaciones que desembocan en actos violentos entre las parejas que, como se apuntó en columna anterior sobre la violencia doméstica, derivan en hacer víctimas a las mujeres y los niños.

El matrimonio, que tradicionalmente ha sido la unión oficial o religiosa entre un hombre y una mujer, es una de las instituciones definidas como la unión de dos personas mediante formalidades legales o mediante ritos en la religión y que se reconoce por la ley como la formación de la familia. En la religión Católica y otras prácticas cristianas, pero así también en los ritos hindúes y musulmanes, el acto de fe matrimonial es considerado como un compromiso para vivir conforme a los principios prescritos por sus propios credos. Pero la unión legal, oficializada conforme lo determinado por las respectivas leyes de cada país y su disolución tiene que estar sujeta a los respectivos mandatos de los ordenamientos de la ley.

Es de tal complejidad el matrimonio que ha sido una institución de permanente análisis en la sociedad, pues los pormenores de esa complejidad tienen que ver con la educación, el proceso económico fundamentalmente y el comportamiento de los individuos involucrados en ese compromiso. Pero independiente de los valores personales de la pareja, el Estado en los países donde la familia tiene un valor primordial como célula del engranaje social, los gobiernos implementan programas de asistencia económica para las familias que lo necesiten y de educación mediante planes que incluyen unidades de trabajo social que han sido de gran beneficio en países como Canadá y los de Europa Central, en diferencia muy intensa en los países categorizados del “Tercer Mundo” que incluyen, por supuesto a Guatemala.

Se han desarrollado iniciativas para el mejoramiento del planeamiento familiar para las parejas por contraer matrimonio y en algunos países hay programas de formación previa en cierta modalidad de cursillos para la discusión de aspectos que puedan conducir hacia el examen de las conveniencias para conducir por buen camino el proyecto matrimonial. En países de Norteamérica (Canadá y Estados Unidos) se ha popularizado la unión prematrimonial, en la que los jóvenes en particular optan por unirse sin las formalidades del matrimonio y de esa manera llegan a la unión legal tras un período que les permite establecer la congenialidad para una unión conveniente definitiva,

Y es así en la modernidad de países de mayor desarrollo cultural, donde la juventud no valora el mérito de la mujer por su virginidad y hasta lo ignora por no ser parte ya de sus concepciones naturales y le dan importancia eso sí, a la comparecencia del amor, como expresión vital para el buen avenimiento en la aventura de una vida plena a través de la comprensión, el respeto de uno hacia el otro, el disfrute de los gustos comunes, el de conciliar las diferencias y el de reconocer que es un privilegio tener de compañía a una persona en que el amor sea mutuo, perdurable y de realización total.

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