En Estados Unidos el presidente Donald Trump estableció ya el criterio de que cada vez que dice una barrabasada, él y sus voceros se excusan diciendo que era simplemente una broma. El último caso fue cuando agradeció a Putin por la expulsión de varias centenas de diplomáticos norteamericanos porque ello ayudaría a bajar el gasto del gobierno federal. En cuanto se produjo la andanada de críticas ante tan irresponsable declaración que era un insulto para los funcionarios expulsados de Rusia y para todo el servicio exterior norteamericano, él y la Casa Blanca se apresuraron a decir que “obviamente era una broma”, argumento que usó cuando en la campaña pidió a sus seguidores que sacaran a golpes a quienes llegaban a sus mítines en son de protesta y que repite día a día.

Hace algún tiempo dijimos que nosotros teníamos nuestro propio “Trump Tropical”, es decir, nuestro político tan ignorante como arrogante, prepotente como incompetente, que desprecia a la Prensa y a la ciudadanía, que apela a la fuerza en vez de la razón, que se niega a aceptar que los políticos tienen que rendir cuentas porque no están manejando su finca o su emporio sino los asuntos de Estado. Señalamos al Alcalde de la Ciudad de Guatemala como la encarnación en el trópico de todo lo que en Estados Unidos representa Trump con sus antivalores.

Y es tal la similitud que el argumento que utilizó el señor Álvaro Arzú para zafarse de la acusación que se le hizo de incitación a la violencia fue exactamente la misma babosada que dice Trump cada vez que se excede y cuando en lugar de actuar como gobernante deja que el hígado le marque el rumbo. Resulta que Arzú dice que también estaba bromeando cuando dijo que les daría garrotes a los vendedores de El Amate para que sacaran a morongazos, literalmente, a quienes llegaran a querer meterse a ese centro de comercio.

Basta oír el tono prepotente y abusivo que usó el Alcalde en ese discurso público para entender que no estaba bromeando y que si alguna gente se rió de tamaño despropósito fue precisamente por lo inverosímil que resultaba que la máxima autoridad de la ciudad dijera que como a él lo podían acusar de violar los derechos humanos si mandaba a la policía municipal a repartir leño, pedía a los vendedores que en su calidad de particulares fueran los que agredieran violentamente a los intrusos.

Trump tampoco esbozó sonrisa cuando aplaudió a su titiritero Putin por la expulsión de los diplomáticos, ni Arzú tuvo el menor asomo de bromista. Ambos usaron la misma excusa y falta ver si aquí el MP se cruza de brazos.

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