Sandra Xinico Batz

Hacer política de la misma manera y esperar resultados diferentes es no querer cambiar o no tener la voluntad para ello. Fingir inocencia justificando los medios por el fin es perverso y engañoso porque en el mundo del dinero el fin es la acumulación de riqueza y prácticamente no importa como esto se obtenga ya que para ello hemos hecho que hasta lo legal no necesariamente deba ser ético y lo ético simplemente no importa si de “ganar” se trata.

Los empresarios exitosos alardean de honrados y hasta creen que nos hacen un “favor” involucrándose en la política nacional. Asegurar que porque tienen dinero no sentirán “necesidad” de robar no solo es una “mala” costumbre sino principalmente una gran ignorancia provocada para que no entendamos cómo funciona esta manera de hacer política.

En nombre de la política se justifica la corrupción y el crimen. No importa de dónde proviene el financiamiento para esto porque lo importante es para qué se utiliza, o sea la política, insinuando incluso que el dinero manchado con sangre puede limpiarse según el uso que se le dé o en las buenas intenciones que existan en esto. No hay límites visibles entre la política, el crimen organizado, los empresarios y el Estado. Esos límites no existen porque se fusionan como cochambre.

Socialmente no podemos aceptar esto. La humanidad es capaz de transformar su entorno. Su historia por esto, no es lineal ni perpetua. Lo que es ahora no fue siempre así y por lo tanto tampoco permanecerá eternamente. Tenemos la “capacidad” de intervenir la realidad, pero muy pocas veces estamos conscientes de esto. La estructura social en que nacemos se encarga de atrofiar esta capacidad y es contundente al momento de reprendernos cuando buscamos revertirlo.

¿Esta debe ser la humanidad? ¿Esta es la “sociedad” que anhelamos? Necesitamos seguir revirtiendo la forma en que hasta ahora se ha hecho política así como necesitamos también revertir los efectos del machismo, el racismo, la homofobia (y otros) para eliminarlos y provocar cambios sociales reales.

Socialmente hemos llegado al punto en que nos indigna que haya gente que no crea en Dios, pero no nos importa que maten a las mujeres con saña y que las exhiban, por ejemplo. Normalizamos la desigualdad, la corrupción, la injusticia, la discriminación. Incluso se busca justificar socialmente la violación y el acoso. ¿Esta tendría que ser la actitud de una sociedad que dice amar a su prójima/o?

Nacemos en contextos ya construidos, pero esto no significa que no podamos y debamos cambiarlo. Crecemos condicionados y nos van formando durante este proceso y por ello es importante romper con este ciclo. Aprendemos a ser lo que debemos ser más que ser nosotros mismos. No estamos decidiendo y eso no puede seguir así. Nos determinan socialmente y las instituciones cumplen un papel fundamental para ello, en hacer aceptar, callar y no reaccionar ante esto.

No esperemos paz si nos financia la muerte. No existe demencia en quien recibe dinero sin preguntar de dónde viene, sino intención.

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