Juan Antonio Mazariegos G.

En medio de negociaciones de Pactos Colectivos de trabajos lesivos para el país, denuncias de corrupción diarias, extorsiones y asesinatos por las mismas, actos de contrabando o defraudación, noticias sobre alimentos indispensables para niños en estado de desnutrición que simplemente se pudrieron sin llegar a quienes los necesitaban y otro sinfín de actos que acaparan las noticias de los medios de comunicación, considero que tenemos suficiente material para arribar a un par de conclusiones que desde mi punto de vista retratan nuestra percepción del dinero y nuestra aceptación para quien lo posee en Guatemala.

El guatemalteco en general, no asocia el dinero a una recompensa por un trabajo bien hecho. Todo trabajo, empresa o esfuerzo que se realice debe de generar una recompensa, salario o utilidad para aquel que lo ejecuta, a mayor empeño, estudio, tiempo, esfuerzo, inteligencia o riesgo invertido, es justo que la recompensa sea mayor y eso debiera ser de conocimiento general e inculcado a las nuevas generaciones por dos razones importantes, la primera para entender que no puedo esperar nada gratis en la vida y la segunda para conocer que cuando el dinero viene a mí, sin un esfuerzo previo, resulta que me he ganado la lotería o el dinero proviene de una fuente injusta o ilegal.

El guatemalteco en general, no siente responsabilidad cuando administra el dinero de alguien más, ni percibe que alguien le pedirá cuentas por sus actos. Si en un principio concluí que el dinero como recompensa no está asociado a un trabajo previo para merecerlo, resulta mucho más preocupante que cuando se administran bienes de terceros y sobre todo los del Estado, no se percibe la diferencia entre lo propio y lo ajeno, se da por sentado que lo que se administra no es una responsabilidad sino una oportunidad, por supuesto, percepción alimentada por los años de impunidad que volvieron intranscendente la preocupación por recibir un castigo que aún establecido en el ley nunca se había ejecutado para sentar un precedente o ejemplo que sirviera de escarmiento.

Si en algún momento pretendemos cambiar el curso de la espiral que nos conduce al vacío, bien vale la pena revisar el porqué valoramos a las personas, entender y enseñar que se debe valorar, admirar e imitar a los hombres y mujeres que se esfuerzan por buscar esa recompensa, aunque la misma no llegue a más que a mantener una familia y no como sucede hasta ahora que se acepta y se alaba a quien tiene la riqueza por encima del esfuerzo que haya invertido para lograrla.

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