Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Mi retiro del ejército coincidió con la fundación de la primera universidad privada que se autorizó en el país: “La Universidad Rafael Landívar”, la que también era conocida como la universidad católica, por haber sido fundada y organizada por sacerdotes jesuitas, quienes son conocidos en el mundo por su elevado nivel académico y sus ideas sociales, muy avanzadas.

Ingresé en la primera clase que existió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales junto a 60 muchachos y muchachas, aproximadamente.

Me encontré nuevamente con que los alumnos estábamos divididos en tres grupos: un 50% de jóvenes recién egresados como bachilleres y maestros; otro 40% por alumnos con mayor edad y madurez, que habían ingresado varios años antes y por consiguiente la mayoría estaban casados y con mucho más experiencia de vida; y un último grupo de personas de 35 años o más que, sin duda alguna, ya eran adultos con un buen número de años de vida y experiencias.

Para nuestra gran suerte los catedráticos de ese primero y subsiguientes años fueron profesionales sumamente destacados como don Luis Beltranena Sinibaldi, Luis Beltranena Valladares, Mario Aguirre Godoy, coautor de Códigos Procesales; Vicente Rodríguez, coautor del Código Civil; Gilberto Chacon Pazos, experto en Derecho Constitucional; Gonzalo Menéndez de la Riva, coautor del Código Penal; Luis Aycinena Salazar, abogado y literato; Jorge Skineer Klee, abogado constitucionalista y de gran experiencia en la diplomacia; así como varios sacerdotes jesuitas, quienes compartieron con nosotros su gran conocimiento y preparación.

Fue durante esos primeros años, en el gobierno del coronel Peralta Azurdia, que se convocó a una Asamblea Constituyente, hecho que fue aprovechado por todos los estudiantes de la Universidad Rafael Landívar para lograr un estatuto donde las universidades privadas se separaran de una improcedente subordinación que al principio se tenía de la Universidad estatal de San Carlos, que de hecho significaba una limitación al desarrollo académico y docente.

En esa circunstancia me correspondió ser uno de los tres organizadores, juntamente con Luis Enrique Secaira e Irma Flaquer, del movimiento estudiantil que durante varios días concurrimos a la sede del Congreso para insistir en la aprobación de nuestro propio estatuto legal. Ello trajo también el impulso que formáramos asociaciones estudiantiles por las tres facultades que existían en la Universidad Rafael Landívar: Derecho, Economía y Humanidades, circunstancia en la que fui electo como uno de los cinco alumnos que estudiaron y desarrollaron, en una especie de constituyente, los estatutos de la Asociación de Estudiantes de Derecho, asociación de la que posteriormente fui directivo, durante cuatro años, hasta graduarme en noviembre de 1968 y colegiarme como uno de los cinco primeros egresados de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar, en febrero de 1969.

Esta formación y vivencias también me fue muy importante para evitar dejarme atraer por lo cantos de sirena que atrajeron a algunos estudiantes al movimiento “Marinol”, que llevó a estudiantes como Gustavo Porras, Willy Cruz y otros a incorporarse al movimiento guerrillero de esa época.

¡Guatemala es primero!

Continuará…

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