Eduardo Blandón

El problema de la derecha en la mayoría de países latinoamericanos es que cargan con un pasado que los hace lucir impresentables casi desde cualquier ángulo del que se les mire.  Pasa en la Venezuela de hoy y en la Guatemala de siempre, en la que las élites han dejado una reputación tan por los suelos que nadie compra ya sus discursos.

Por ello, verlos rasgarse las vestiduras cuando invocan el populismo, la dictadura o el comunismo, no pasa de ser una cantaleta aburrida dirigida a oídos quizá desprevenidos o ingenuos.  La verdad es que sus gobiernos han sido tan nefastos y corruptos que reclamar es más un acto sinvergüenza e hipócrita que causa grima y pena ajena.

Y ojalá que su pena por la dictadura o el populismo tuviera que ver con el bien del país y el bienestar de la población, pero es conocido que la mayor parte de la empresarialidad solo está comprometida con el incremento de la riqueza personal, sin recordarse apenas de la gente y sus mínimos beneficios.  Porque es claro que si fuera por ellos, el salario mínimo y el trato despreciable hacia los trabajadores sería la regla cumplida en todos los rincones del país.

A mucha de la derecha latinoamericana se le olvida que si surgen los Chávez y los Ortega, los Lula y los Evo, es a causa de gobiernos fracasados dirigidos por élites bien educadas en el arte de la gestión de bancos e inversiones, pero con escasa sensibilidad de servicio y amor por la ciudadanía.  Han sido muy expertos en equilibrismos financieros para beneficio personal, pero mediocres en alcanzar a la gente de escasos recursos. Y ese ha sido el germen para que gobiernos alternativos lleguen al poder.

Ahora critican a mansalva usando a la prensa, manipulando las conciencias, haciendo lobby en las iglesias, sirviéndose de pastores y vistiendo trajes de primera comunión.  Aparecen impolutos azuzando a la población para que a través de la violencia se les conceda la oportunidad de retomar el poder y volver así a las andadas de zorros de monte.  Son la encarnación de lo más despreciable que puede encontrarse en el seno de la sociedad.

¿Es un texto comunista e injusto?  El tiempo lo dirá.  Más me parece una profecía de lo que con certeza se ha cumplido en los pueblos latinoamericanos cuando hay relevos políticos.  Porque creer que las élites conservadoras son las llamadas a poner en vigencia un programa de gobierno al servicio de la población, es una fantasía desbordante solo posible en espíritus cándidos o en pasquines escritos en alguna universidad de dudosa reputación.

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