Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

De la vivencia señalada en mi anterior columna, debo de indicar que se desprende lo siguiente:

1) Que el Ejército de Guatemala en esas épocas, en lo que se refiere a los oficiales, estaba dividido en dos grupos completamente distintos; los oficiales graduados con mucha motivación, y los oficiales de línea que se dedicaban a sobrevivir, sin aportar a la tropa mayor cosa en enseñanza.

2) Una arbitrariedad de tipo laboral engendró o fue la chispa que produjo un levantamiento profesional el 13 de noviembre de 1960, levantamiento que no tenía ninguna orientación política; sin embargo, el mismo fue posteriormente aprovechado por los movimientos de izquierda que acogieron a los oficiales que se habían sublevado y no habían logrado el éxito de depurar el Ejército, de hacerlo más eficiente.  Un buen número de oficiales como Marco Antonio Yon Sosa, Luis Turcios se convirtieron, con base a los cantos de sirena, en comandantes de lo que fue el inicio de la guerrilla en Guatemala.

3) El Ejército como institución se mantuvo leal a la institucionalidad del Estado, lo que evidencia que la mayoría en ese momento aspiraba a una evolución, y no a una revolución, que profesionalizara al Ejército y que los gobiernos sirvieran al pueblo como un todo y no a elites o grupos de poder.

En mi caso particular, fui previamente trasladado de la segunda zona militar a la Escuela Militar de Equitación en Guatemala, unidad pequeña que no tenía un valor táctico mucho menos un valor estratégico; sin embargo, esa unidad fue utilizada cuando los maestros declararon una huelga a nivel nacional y efectuaron varias manifestaciones en la capital, comprobándose nuevamente que el Ejército apoyaba al gobierno y rechazaba las acciones arbitrarias.

Al siguiente año fui redestinado a la República de El Salvador, a la agregaduría militar de Guatemala, para desarrollar tareas de inteligencia, especialmente la de mantener contacto con los oficiales que se habían sublevado y se encontraban en parte exilados en ese país. La tarea era convencerlos que debían reencausar su vida estudiando una carrera universitaria para lo cual el Ejército y el gobierno de Guatemala, por instrucciones del Presidente Ydígoras, les ofrecía mantenerles su sueldo y prestaciones, así como un bono de Q50.00 para financiar sus costos de estudios universitarios. Algunos de ellos aceptaron, sin embargo, la gran mayoría continuó escuchando los cantos de sirena de las izquierdas, lo que implicó que se mantuvieran en la subversión.

Esas vivencias me templaron para saber que la pobreza y extrema pobreza en la que vivía la mayoría de la población guatemalteca no se debía resolver con violencia sino ser atendida a través de la creación de condiciones salariales y económicas justas, que los salarios mínimos eran la principal forma de actualizar y mantener el poder adquisitivo de los cabezas de familia y que la superación de la mayoría guatemalteca se encontraba en general en la educación y en la educación técnica que permitiría aumentar la clase media, así como que la violencia solo engendra violencia.

Aplicando estos principios, solicité mi retiro del Ejército y volví a Guatemala para incorporarme al trabajo empresarial e iniciar mis estudios universitarios.

¡Guatemala es primero!

Continuará.

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