Alfonso Mata

A qué se deben políticas y accionar del Estado, apartadas de la opinión pública. Leyes que frenan la participación democrática. Gobiernos con oportunidad de enriquecimiento, a costa de favores y de privilegios. Cuando se entra a conocer razones, empiezan los desacuerdos. Unos explican que todo eso es histórico: un comportamiento de los más vivos; la vida es oportunidades. Otros hablan de un error de experiencia de generaciones, marcadas por el sello de la ignorancia y el falso camino de la inteligencia humana, que lleva a una interpretación inexacta del fenómeno social y a una mala partición y equilibrio de los objetivos de nuestros sentidos, nuestra inteligencia y nuestra conciencia.

Actualmente, el problema de gobernabilidad es grave, difícil. Muchos se preguntan si un gobierno es necesario e incluso si no es un desvarío del espíritu, pues cada quien debe velar por sí mismo.

En fin, es más que evidente, que la mayoría hemos aceptado la situación sin importarnos (a algunos) o deducir (otros) las consecuencias y nos cuesta aceptar o introducir nuevos datos al problema y no creemos que muchas cuestiones deban someterse a nuevo examen. Todos aquellos que se han situado en un punto completamente indiferente, apenas consideran un desvarío las injusticias, aunque viven pendientes de lo que sucede y sus esfuerzos van impregnados de individualismo, que no tienen eco, pues nuestra sociedad ha terminado por concluir que salvar el objetivo social racional del Estado, va en contra de lo que es el desarrollo individual. Todo se encamina al avance de una única idea, darle cabida a «un yo deseante» que percibe lo que le satisface y llena de satisfacción, penetrándolo hasta sus profundidades y dejando detrás lo social con sus limitaciones (que es lo que cubre y detiene su vida) pues lo que le da éste, son insatisfacciones y por consiguiente, busca por todas partes escabullirse de ese compromiso social.

El derecho y la necesidad de atender mis deseos, precede, pues, a todas las otras cosas que fuera de mí me pueden mover. El Gobierno, el desarrollo de la nación, los entiendo solo en las partes que me convienen y con base en ello, encamino mi razón y el conocimiento de lo que hago y actúo.

Pareciera entonces que para algunos, es necesario «divinizar» el Estado y para otros, «satanizarlo» y en medio de eso se da una falsa creencia en el otro, al que veo como de utilidad, lo que significa lucha entre todos, escepticismo hacia nuestra sociedad, la persuasión de la vanidad y ambición, y por consiguiente derrota del yo social.

Así pues, el sondeo del problema del Estado y del Gobierno, cada quien lo hace a su modo y estilo. En la evolución de nuestros gobiernos y sociedades, no hay ninguna lección de tolerancia, ni un ejemplo de amplitud de miras a favor de la democracia, pues jamás ha existido lucha y triunfo por el desprendimiento de uno mismo. La idea del desarrollo de nación, no se nos da desde la cuna hasta la tumba. Un estado que no permite que su gente crezca, está muerto para ésta y a los muertos no se les respeta ni se les teme, jamás se les ve con amplitud de miras ni se les da cabida en tiempo y espacio en la existencia; por lo que se ha vuelto común, ver al de enfrente y al Estado con desdén; lo envolvemos en un círculo de olvido, salvo que podamos sacarle provecho. El Estado como tal, aporrea al de abajo y éste no gasta, ni tiempo ni esfuerzo en éste, por mucha moral que esté en juego.

Está claro entonces, que un estado que quiere ser accesible a todos, debe ser flexible, profundo en planificación y ejecución y amplio en cubrir. Debe soportarlo todo, estar abierto a creencias y esperanzas, a críticas, no indignarse ante ésta. Saber lo que hay de bueno y verdadero en credos y creencias, aspiraciones decisiones y acciones de otros y propias; que hay objetivos grandes y pequeños. La grandeza de un Estado, no se mide por la infinidad de sus argumentos y políticas, sino por la potencia de sus acciones, sobre problemas que atañen a todos y que soluciona. Eso queda fuera de un interés grosero y un egoísmo brutal y violento.

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