Entre los diputados al Congreso y el presidente de la República se han cruzado acusaciones en los últimos días acusándose mutuamente por el “desgaste” que los ataques de uno han provocado al otro, sin entender que cuando ya se trata de personajes con el mayor desgaste posible, no hay campaña que les pueda dañar una imagen que poco a poco han ido ensuciando y descuidando ellos mismos.

Diputados se quejan de que el Presidente los afecta al criticarlos. No recuerdan que la población los conoce bien por negociar sus votos, hacerse millonarios con el Listado Geográfico de Obras, chantajear a funcionarios a cambio de plazas, etc. Para resumen, solo hay que recordar que Giordano, Fajardo, Hernández, Melgar, Galdámez, Taracena o los cuatro “idiotas”, han hecho sin ayuda de nadie su trabajo para generar ese rechazo.

Del lado de Morales hay que recordar que haberse entregado a las roscas que lo tienen aislado hizo que fuera fácilmente manipulable, y luego mostró su debilidad emocional junto a una absoluta carencia de liderazgo en un momento en que Guatemala necesitaba, más que siempre, de la guía adecuada para transitar en la ruta al desarrollo.

El gobierno actual ha sido ejemplo de la incapacidad para el ejercicio del poder. Lo único de lo que se puede sentir satisfecho Morales, es de mantener su arrogancia a pesar de tropezar jornada tras jornada con sus propios y crasos errores. Sinceramente, debe ser extremadamente difícil ser eficiente comunicador cuando la inoperancia y la incapacidad del equipo es de lo que se tiene que informar a la población.

El desgaste político en Guatemala tiene también fuertes raíces en esa sociedad con horchata en las venas que se queja de sus funcionarios, que habla mal de ellos pero que volverá a votar por los mismos o, incluso, por peores en las próximas elecciones.

Resulta que el desgaste se debe a que contamos con personajes absolutamente descalificados porque quienes se consideran “buenos” han desistido de participar en una profesión para la que parece que el cuero, la falta de principios y la capacidad de hacer negocios bajo la mesa, es el requisito para el desempeño.

Dignificar los puestos y las actividades en Guatemala tendría que pasar por un cambio absoluto de los actores. Ni los diputados han sido descalificados por Morales ni viceversa. Simplemente, cada uno se ha encargado con lo propio de demostrar qué tipo de personas son y por qué es que el país se encuentra en las condiciones actuales. Estando en estas manos, con razón cuesta encontrar el rumbo.

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