Rolando Alfaro Arellano

Quien aprende pero no pone en práctica lo aprendido, es como el que ara y prepara el campo pero no siembra ni cultiva. Cicerón.

Los antecedentes de la contaminación por sonido o ruido alcanzan volúmenes inaceptables para el bienestar físico y mental de los habitantes de la Ciudad de Guatemala; por ejemplo en el Aeropuerto La Aurora, que no se ha podido asegurar su traslado a un área fuera de la zona urbana, pues se hacen múltiples operaciones de vuelo en el día y la noche que sobrepasan los trescientos decibeles, según trabajo de investigación profesional tanto de graduación como de catedrático.

Por otra parte, lo que ha llamado mi atención, por haberlo vivido en el centro citadino, fue todo lo relativo a la falta de legislación ambiental, desde mis estudios superiores a la fecha, así del primer trabajo que efectuáramos, intitulado: La Contaminación Ambiental producida por ruido en Guatemala, y propuesta de su mejoramiento. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar, publicado en el año de 1979; por ética profesional, me resulta imposible soslayar tanta irresponsabilidad de algunos guatemaltecos que no vacilan en dañar a sus semejantes.

Dentro de las investigaciones, destacan las que por su importancia he citado en diversos medios académicos y en LA HORA, Tribuna no mostrador, es la que efectuaran el Consejo de Bienestar Social, el Instituto de Seguridad Social y la Universidad de San Carlos, en los años de 1978, tanto en el Aeropuerto, La Aurora y diversos lugares de la zona uno.

En ese sentido, en el Aeropuerto La Aurora, se rebasan todos los límites normales de audibilidad, como lo expresáramos al principio de este artículo, pudiéndose detectar pérdidas de audibilidad en las personas, la Universidad de San Carlos, según lo indicara la Facultad de Ciencias Médicas, con el estudio titulado: Ruido y Enfermedad. 1978.

Por otra parte, el Instituto de Seguridad Social de nuestro país, entidad preocupada por la contaminación por ruido, en el mes de agosto de 1978, a efecto de determinar la intensidad y frecuencia del ruido en algunos cruceros de las arterias más importantes de la capital, a distintas horas por lo que señalaremos algunos ejemplos de los lugares más degradados y que sin duda, en este siglo continuarán afectando la salud de pilotos y transeúntes, así: cruceros de las 22 calle, y los siguientes, 18, 12, 8 y 11 todas ubicadas en la zona uno, arrojando de 76, 74, 76, 78, decibeles respectivamente, de la misma zona indicada.

Asimismo, no menos alarmantes, son las contaminaciones ruidosas de las provocadas por buses urbanos de la avenida Bolívar, crucero de Traumatología, Crucero de la sexta avenida y veinticuatro calle, zona uno, quinta avenida y dieciséis calle de la zona uno.

En consecuencia, lo anteriormente citado, es tan solo un pequeño ejemplo, de los daños ambientales que, a ciencia y paciencia de los guatemaltecos, se vienen efectuando desde hace décadas, sin tan siquiera preocuparse los obligados a controlar los daños que se vienen provocando desde los años indicados a la fecha, permitiendo, quizás por desconocimiento de los habitantes del país, que continúen dañando la salud de las presentes generaciones.

Artículo anteriorSuperar el trogloditismo
Artículo siguienteLos Santacruz, 17 años después