Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Luego del viernes seguro ha cambiado la perspectiva de muchos aunque sigan existiendo varios que desean tapar el sol con un dedo, pero nos guste o no, es un hecho irrefutable que el sistema del que somos parte no tiene futuro, alienta las cosas mal hechas, le da ventaja a los inescrupulosos, castiga a los honrados y socava nuestras opciones a futuro.
He platicado con la suficiente gente para arribar a la conclusión de que quienes han tenido que jugar en el mar de las mordidas (burdas o de cuello blanco), piensan que es parte “del bagaje” de “los costos” que hay que asumir para asegurar la adjudicación, recepción y pago de algún contrato o la obtención de alguna licencia estatal o municipal.
Antes del viernes, siempre se le encontraba una justificación a la forma en la que opera el sistema, pero ahora cualquiera con dos dedos de frente, por muy acostumbrado que pueda estar al sistema o por muy acomodado que pueda tener sus principios, debe sentir pasos de animal grande si sigue con esa ilegal práctica de las mordidas burdas o bien sofisticadas.
Y por eso es que veo una oportunidad para que todos nos unamos y digamos “ya basta” a una práctica que ha llevado el país a las ruinas, ha robado oportunidades, ha llevado personas a la cárcel, ha impedido el desarrollo y comprometido nuestro futuro, en especial el de los más necesitados.
Poner un hasta aquí ahora sí parará la economía, pero es un parón necesario, es un punto de inflexión para cambiar las reglas del juego, para transparentar las cosas, hacer más eficientes los procesos y premiar a los mejores, a los honrados y para eliminar los sobrecostos de la corrupción en mordidas burdas o estructuradas con cuello blanco.
Es como aquel dueño que no desea parar sus máquinas para hacer mantenimientos preventivos, o hacer el “overhaul” que le permitirá asegurar el largo plazo. Los sacrificios de hoy nos darán frutos por los próximos años si nos atrevemos a decir ya no más pagos de mordidas, ya no más extorsiones municipales para lograr las adjudicaciones, los pagos, las licencias o las autorizaciones. Si hoy cambiamos las bases, los próximos procesos de transición no deberían ser tan traumáticos, pero nuestra realidad de hoy hacer que los cambios deban ser bruscos y que los sintamos traumáticos.
Si estamos dispuestos a decir que no me importa, que no me adjudiquen, que no me reciban, que no me paguen, que no me den la licencia, pero ya no pago mordidas o acepto extorsiones municipales, debemos alzar la voz, unirnos y volcarnos al Congreso para exigir un cambio profundo en la matriz de compras y en la Contraloría de Cuentas para luego crear e implementar nuevos procesos en el Ejecutivo y demás entes con unidades ejecutoras.
Si alguien por el contrario desea seguir jugando bajo las mismas reglas y seguir corriendo riesgos, no puede luego sorprenderse o molestarse de que la ley se aplique porque el reiterado incumplimiento o inobservancia de una norma no convierte un acto ilegal en legal.
Nos jugamos el futuro del país, el futuro de los más marginados, la sostenibilidad en todo (incluyendo los negocios) y en especial, el futuro de nuestros hijos porque de seguir operando al tenor de las reglas de un sistema colapsado, ellos serán los que pagarán las consecuencias junto con todos aquellos que hemos dejado atrás sumidos en el círculo generacional de la pobreza.