Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando la opinión pública centró toda su atención en las capturas que se estaban llevando a cabo el viernes por el destape de la red de Alejandro Sinibaldi en el manejo de los sobornos para el pago de las deudas a contratistas de la corrupción, el Tribunal Supremo Electoral, aprovechando la oscuridad del punto, como dice aquella cancioncita, anunció que los partidos UNE y FCN Nación pueden seguir haciendo de las suyas porque no corrieron la misma suerte de los otros partidos a los que cancelaron por financiamiento electoral ilícito, no obstante que estas dos entidades tenían enormes colas, pero hay que recordar el origen del actual TSE para entender que son precisamente parte del sistema, electos por lo más granado de la podredumbre política del país y, por lo tanto, no se podía esperar de ellos algo distinto.

Privadamente han querido justificarse diciendo que cancelar a esos dos partidos hubiera provocado una crisis institucional porque el Congreso quedaría sin bancadas mayoritarias y que, además, no quieren que sobre sus hombros pese la responsabilidad de haber dado el jaque mate al sistema de partidos políticos. Pero la verdad es que hay que recordar el origen de este Tribunal para entender que no pueden atacar al sistema porque ellos son producto de ese modelo de cooptación y podredumbre que ha caracterizado nuestro régimen electoral en el que la danza de millones constituye el sustituto de cualquier atisbo democrático.

Si los partidos actuaron pícaramente tendrían que ser cancelados aunque en el Congreso un montón de diputados se queden sin partido. Al fin y al cabo dice la Constitución que los diputados representan al pueblo y no a sus partidos políticos, declaración lírica de la Carta Magna que todo mundo se pasa por el arco del triunfo, incluyendo desde luego al Tribunal Electoral.

Y defender al sistema de partidos políticos, como argumentan los magistrados en privado, es defender la podredumbre que ha sido la nota característica de esa mal entendida forma de participación ciudadana en la actividad política del país. Pero obviamente hay que insistir en señalar que esos magistrados no fueron electos por su linda cara y menos por su brillante currículum, sino que fueron electos por los mafiosos para que defiendan a la mafia. Es la función que tienen que cumplir en pago por el favor que les hicieron al elegirlos.

Como todas las instituciones de Guatemala, el TSE ha venido de más a menos y ahora comprobamos que ya está tocando fondo por la escasa calidad ética y ausencia de elemental decoro de sus magistrados. Si en casos como este resuelven de acuerdo a criterios politiqueros y para quedar bien con sus mandantes, qué podemos esperar cuando les corresponda controlar un proceso electoral. ¿Pensarán entonces que no conviene que quede fulano o que es bueno investir a zutano con criterios como los que ahora usaron para apañar la corrupción partidaria?

La institucionalidad en el país ha sido prostituida en todas las instancia y el Tribunal Electoral no podía, desde luego, ser una excepción.

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