René Arturo Villegas Lara

En 1959 o 1960, aproximadamente, vino a Guatemala Miguel Ángel Asturias, a dar una serie de conferencias sobre el tema: “La Novela Comprometida”, que se impartieron durante varios días en el antiguo salón de actos de la Facultad de Derecho, cuando aún no se había reconstruido el Salón General Mayor. Comparado este Salón Mayor con el de antes, resultaba bastante pequeño. Las sillas para los asistentes venían desde los años de la Facultad, en el siglo XIX; eran unas sillas de madera como de ratán y tenían los asientos de mimbre tejido. El último terremoto las destruyó cuando les cayó parte de la bóveda de medio cañón, aunque el Musac guarda una como recuerdo del romántico edificio de la novena avenida y décima calle de la zona uno. Las conferencias las organizó la Asociación El Derecho, cuando era Presidente el querido amigo Tono Fernández Izaguirre, con el concurso de Piky Días, Tono Móvil y Ariel de León, que dirigían el recordado periódico “Lanzas y Letras”. El salón fue insuficiente para albergar a tantos estudiantes y personas amantes de la literatura, que querían oír al hijo que regresaba “con el jornal ganado”. Su reconocida valía en la literatura universal ya era conocida, aun cuando el premio Nobel de Literatura le fue otorgado años después. Así que regresó al lugar en donde se hizo abogado y notario. Antes de la primera conferencia, recorrió aulas y corredores, acompañado del Decano, licenciado Rafael Zea Ruano, también novelista y poeta chiquimulteco, deteniéndose por un momento frente al aula del cuarto año, adelante del Muñecón, en donde después, durante la presidencia del doctor Otoniel Fonseca, se colocó una placa de mármol para indicar que allí se gestó o se escribió La Chalana, que fue fijada en la pared, en una ceremonia que contó con la presencia del licenciado David Vela, también coautor del eterno canto de guerra estudiantil. Creo que en ese año todavía no se había publicado la novela “Viernes de Dolores”, en la que Asturias hace una radiografía del significado político y social de la Huelga de Dolores, que describe la historia repetida de nuestra querida patria, que continúa hedionda a tantos males.

En las conferencias, Asturias desarrolló la idea del compromiso de los escritores con las causas más caras de los seres humanos, aunque se cuidó de advertir que, en el caso de la literatura, no debía caerse en lo panfletario. Aunque el tema encendió comentarios encontrados, el evento no dejó de ser una ráfaga de aire fresco, en un medio de opresión ideológica que venía desde la caída de la Revolución del 20 de Octubre.

Cuando concluyeron las conferencias, el Decano y la Asociación invitaron a una cena en homenaje a Asturias, que se realizó en un restaurante que quedaba en la séptima avenida de la zona 9, que se llamaba “Las Palmas”. El propietario era muy solidario con la gente de pensamiento progresista y por eso siempre se escogía ese lugar, que ya desapareció, para reuniones de esa naturaleza. Entre estudiantes, profesores y algunos “colados”, se bebieron buenos tragos y se sirvió una cena de comida italiana. Dentro de la tertulia y queriendo oír a Miguel Ángel, que tenía a la par a Rafael Zea Ruano y a don Feliciano Fuentes Alvarado, se entabló una corta plática sobre las novelas del escritor de Chiquimula, de las que Miguel Ángel dio su opinión con respecto al sabor de lo criollo que nutre las obras de Zea Ruano. No recuerdo a quien se le ocurrió decir que Chiquimula de la Sierra está llena de poetas y las calles empedradas de poesía. Entonces el Premio Nobel dijo que sí, aunque, agregó: “…y también de hijos de pueta”. Así que esa noche cenamos y tuvimos el honor de compartir con “El gran lengua”.

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