Adolfo Mazariegos

El sábado recién pasado tuve la oportunidad de estar toda la mañana en un evento por demás interesante y necesario. Una reunión-taller cuyo propósito era conocer (y comentar, en la medida de lo posible) las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Una actividad necesaria y urgente en virtud de la trascendencia que dichas reformas tienen en el marco del sistema político nacional, y, sin exagerar, del futuro de Guatemala en su conjunto. La iniciativa y organización de la actividad, la atención, y el positivo resultado del evento, merecen una alta calificación. Sin embargo, el contenido de las “reformas” que se analizaron y que de acuerdo a la ley deberán implementarse en función de realizar los cambios necesarios de los que tanto se ha venido hablado desde hace algún tiempo, a mi juicio, dejan mucho que desear. No ha dejado de llamar mi atención, por ejemplo, la persistencia de esa suerte de nefasta costumbre de ir dejando para después las cosas que pueden y deben ser abordadas con seriedad y verdadero compromiso, pero no mañana, no después, sino ahora que es cuando se necesita hacer esos cambios que de verdad hagan una diferencia. Y en ese sentido, he de decir que las llamadas reformas de primera generación que han sido tan comentadas por aquí y por allá durante los últimos meses, padecen evidentes y notables falencias que me cuesta creer no hayan sido advertidas al momento de elaborar las propuestas correspondientes, además de que encierran en su contenido, situaciones y acciones cuyos mecanismos o formas de implementar en la práctica lo que las mismas reformas establecen, parecieran no haber sido considerados concienzudamente (o por lo menos, con un mejor sentido común). Esto puede evidenciarse fácilmente al dar una somera lectura a temas como el de la distribución “equitativa” del tiempo y espacio en medios de difusión para todos los partidos políticos que participen en un proceso eleccionario, una cuestión que salta a la vista no fue debidamente analizado y abordado, y que sin duda creará situaciones ríspidas y complicadas cuando llegue el momento. El voto en el extranjero es también un tema de gran importancia que no ha sido abordado con claridad y que sin duda resultará muy difícil de implementar de la forma como ha sido tratado. Otros temas como el de los listados; la postulación de candidatos; o el financiamiento electoral y la distribución de fondos, también generan serias interrogantes. Pareciera como si una buena parte del contenido de las reformas haya sido elaborado a la ligera, con poco análisis o con una doble intención, enarbolando por todos lados una bandera de transparencia y adecuada regulación, pero cuyo fondo sigue estando igual o peor que lo que actualmente se encuentra vigente. Hay mucho del contenido de las reformas que crea dudas y suspicacias, y que hace surgir nuevamente una inquietud que ya nos es conocida: ¿más de lo mismo?…

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