Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

Satisfactorio y gratificante es el trabajar en una institución que da alivio y ayuda a quien no se conoce, y permite sensibilizarse de las necesidades de una población. También es frustrante cuando se comprende una situación política, económica, social y cultural del país, en la que resaltan las desigualdades y la ausencia de un Estado como tal, que no satisface los derechos mínimos de sus habitantes, ni respeta las principales libertades con las que el ser humano nace.

Empecé una carrera de casi diez años durante la gestión del Procurador Jorge Mario García Laguardia (1993) en donde como estudiante de derecho se me permitió recibir denuncias y orientar a las personas que denunciaban las violaciones de sus derechos. Fue una experiencia que me hizo crecer como ser humano y al mismo tiempo conocer la terrible realidad contrastada entre lo establecido en la Constitución Política de la República y lo que en el Estado (gobierno y sociedad) realmente se cumplía. Las investigaciones preliminares que realicé me dieron la experiencia sobre las denuncias de violencia intrafamiliar, la ausencia de conciencia en cuanto al medio ambiente, la conflictividad de ese entonces –política y económica/social– y las aún persistentes violaciones en materia de derechos individuales.

El paso de más de cuatro años en la IPDH durante mi etapa formativa de abogado, hizo que mi entusiasmo académico llegare a incidir para estudiar mi Maestría y una serie de posgrados fuera de Guatemala, en materia de DD. HH. y de gestión pública, puesto que comprendí que la labor de la defensa de estos derechos no sólo se circunscribe a censurar la labor de los Organismos de Estado, sino también el de aportar mediante la propuesta de política pública y de gestión institucional, para que el país enfile hacia su desarrollo. Por ello, mis casi 18 años de docencia universitaria, buena parte se orienta también hacia esos temas.

Dios y el destino me permitieron volver a la Procuraduría de los Derechos Humanos, esta vez como profesional y con más experiencia, atendiendo la invitación que me hiciera el actual Procurador Jorge Eduardo de León Duque (2012), con quien diseñamos una propuesta que diera de nuevo luces y brillos a una institución que había caído un tanto en el letargo. Como funcionario me permití, sobre todo, en la primera etapa del período, recomendar y promover políticas institucionales de eficiencia y transparencia para el fortalecimiento institucional. El paradigma de la defensa de los derechos humanos se fue consolidando, con el apoyo de un buen equipo de gestión. Y aun cuando en una parte final de su mandato, no coincidimos en algunas de sus decisiones y eso nos hizo distanciarnos, el respeto mutuo y la convicción conjunta de una Guatemala diferente permaneció en todo momento. De eso, estaré siempre agradecido.

Para quienes creemos en el cumplimiento de la ley, en la lucha por una justicia real y, además, por el respeto y promoción de los derechos humanos, el significado de haber laborado en la Procuraduría no puede significar más que un orgullo.

Artículo anteriorLa SAT podrá requerir y entregar información a autoridades tributarias de otros países
Artículo siguienteMomento de reevaluar la posición fiscal de las mineras