Con todo y lo escandaloso que pueda parecer el nuevo destape que ayer hizo la CICIG con el Ministerio Publico, honestamente hablando no es más que un botón de muestra de todo lo que ocurre en el país en el ámbito de la corrupción. Crear empresas de cartón ha sido práctica corriente y cobrar sobornos por adjudicar contratos y por pagar las deudas a los contratistas (doble hueveo) es práctica vieja. El Micivi ha sido viña de largos desde los mismos tiempos de Cerezo y no es ni por asomo el único ministerio podrido porque en todos lados hay movidas aunque algunos, como éste, Energía y Minas y Salud, se lleven algunas palmas.

Sinibaldi es un largo de siete suelas, pero contó con la ayuda no solo de su círculo, sino de honorables hombres de empresa acostumbrados a que para ganar contratos hay que pagar mordida y para cobrarle al Estado hay que volver a pagar. El sistema político está tan podrido que es normal para un asesor como Julio Ligorría aconsejar a una empresa que soborne con financiamiento al partido que puntea para resolver un litigio con los competidores pues, al fin y al cabo, así lo hacen y lo han hecho todos los que se mueven en esas ligas del poder.

Lo de ayer puede parecer una hecatombe por la magnitud del caso y por las personas involucradas, pero la verdad es que se trata de uno de los tantos casos que forman parte del ejercicio mismo del poder en Guatemala. Relatando trinquetes como ese a lo largo de todos los gobiernos podría llenarse una biblioteca, porque ha sido un valor entendido entre contratistas y funcionarios que todo camina al ritmo de los sobornos. Hay casos paradigmáticos, desde luego, como la primera concesión de telefonía celular que derivó en un imperio económico o la venta de Telgua, pero quienes más o quienes menos, todos se han armado gracias a los vicios del sistema.

Desde el 2015 sabemos que vivimos en una cloaca de corrupción pero, lamentablemente, no movemos un dedo para cambiar nada y nos dejamos vencer por los pícaros que montaron su contraofensiva para plantear el tema como una iniciativa de la izquierda que quiere acabar con la bonanza económica. Nos agrada que el sector empresarial organizado haya dicho ayer que apoya la lucha contra la corrupción y que espera que los casos se diluciden conforme a derecho, pero más que eso tenemos que cambiar mentalidad como sociedad y emprender la ruta del cambio. Sinibaldi y tipos como él abundan y sin esos cambios seguirán robando.

Artículo anteriorUnas pinceladas que evidencian la insostenibilidad
Artículo siguienteAlemania confirma asesinato de dos de sus turistas en Egipto